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Este es Alberto Gamero, el samario que hizo llorar de alegría a los Millonarios

El entrenador del cuadro embajador, que tiene 59 años, fue futbolista profesional, jugó en el cuadro azul y ganó la Liga colombiana de 1988.

  • Alberto Gamero es el técnico de Millonarios desde diciembre de 2019. Antes de llegar al equipo bogotano estuvo al frente del Deportes Tolima, Junior, Águilas Doradas y Boyacá Chicó. FOTO juan antonio sánchez
    Alberto Gamero es el técnico de Millonarios desde diciembre de 2019. Antes de llegar al equipo bogotano estuvo al frente del Deportes Tolima, Junior, Águilas Doradas y Boyacá Chicó. FOTO juan antonio sánchez
  • Este es Alberto Gamero, el samario que hizo llorar de alegría a los Millonarios
25 de junio de 2023
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Lloró como un niño. El técnico Alberto Gamero no pudo contener el llanto y los sollozos después de que Millonarios quedó campeón de la Liga Betplay-1, tras vencer a Nacional en el estadio El Campín de Bogotá.

La imagen era conmovedora. Un hombre con el cabello crespo, largo, canoso, se puso las manos en la cara para que las cámaras no vieran las lágrimas gruesas, de esas que se lloran cuando la alegría alcanza el paroxismo y los gritos de celebración se quedan cortos para exteriorizar la emoción, que corrían por las mejillas del técnico campeón mientras movía la cabeza de un lado para otro, como quien no puede creer lo que acaba de vivir.

Tal vez en ese momento pasaron por la memoria de Gamero los casi cuatro años al frente de Millonarios, las miles de críticas que aseguraban que su proceso no iba a llegar a ningún lado, que tenía que renunciar, que la dirigencia no podían seguir aguantando a un entrenador que hacía buenas campañas en la fase regular, pero al que le costaba en las finales.

Seguro llegaba a su cabeza la imagen de su papá, Ricardo Gamero, que fue su fanático número uno hasta que murió en mayo de 2008, dos meses antes de que Alberto consiguiera su primer título como técnico con el Boyacá Chicó, y a quien recuerda cada vez que escucha la canción “Mi muchacho”, de Diomedes Díaz, que es su favorita. También recordaba a su abuela y hermanos que ya fallecieron, pero que él, que es un hombre sensible, sabe que siempre lo acompañan.

“Pensaba en que el barrio Bastidas (allí nació) de Santa Marta había una felicidad muy grande. Algunas veces uno sufre el nerviosismo de no cumplirle a la afición, al pueblo, a la familia, pero esta vez sí se pudo gracias a las voces de aliento que me llegaron. También me acordaba de una sobrina que se llama Evelyn, que hace poco tiempo perdió un bebé y a quien le mando un abrazo. Mi labor es, sobre todas las cosas, cuidar de mis familiares”, dijo Gamero en la rueda de prensa posterior a la consecución del campeonato.

No olvida sus raíces

Gamero, un samario de 59 años que ha conseguido tres títulos como técnico en el fútbol colombiano (en 2008 con Chicó, en 2018 con Tolima y este último con el conjunto embajador), es un hombre noble, humilde, sencillo, que no olvida ni niega sus raíces.

Por eso, al final de cada año suele enviar la ropa que ya no le queda a Santa Marta, para que la repartan entre los habitantes de los barrios del centro de la ciudad, por donde tantas veces corrió cuando era niño. Además, a pesar de que lleva más de 30 años viviendo en ciudades de la zona andina del país como Bogotá, Medellín, Tunja e Ibagué, aún conserva intacto su acento costeño. Casi nunca pronuncia una ese.

Ese amor por su tierra es un puente que no solo lo une con su familia, sino que lo hace recordar momentos de su infancia cuando acompañaba a su hermano Víctor a los partidos de fútbol en canchas de barrios como Pescaíto y al principio solo miraba, pero después su cofrade lo invitó a que patera el balón porque se dio cuenta de que era rápido, habilidoso. Ambos empezaron a soñar con ser futbolistas profesionales para ayudar a sus familias.

“Víctor jugaba mejor que yo, era un delantero buenísimo, pero no pudo llegar al profesionalismo”. Pero Alberto, que dicen que es el hijo preferido de su mamá, sí logró ganarse la vida pateando una pelota. Era un lateral derecho veloz, técnico, que jugaba con elegancia y orden (el mismo que le pide a sus jugadores desde el banquillo).

En 1978, Alberto conoció a Carlos “El Pibe” Valderrama, a quien considera su hermano, en la cancha de Pescaíto. Ambos hicieron parte de la Selección Magdalena que ganó el torneo Nacional Interligas que organiza la Difutbol.

Fue desde ese año que Gamero se dejó crecer el cabello y se empezó a peinar con el “afro” que, 43 años después, aún conserva. “El sonero” debutó como futbolista profesional en 1982 con Unión Magdalena. Hizo buenas campañas y en 1988 llegó a Millonarios. Ese año fue campeón de Liga con los bogotanos, que consiguieron su estrella número 13.

Estuvo en la capital del país hasta 1992. Ese año vino a jugar a Envigado. Del 93 al 94 estuvo en el DIM. En el 95 volvió al Unión Magdalena y en 1998 llegó al desaparecido Unicosta, donde se retiró del fútbol profesional.

Un hombre entregado

La vida de Gamero después de dejar las canchas se resumen en tres cosas: ser un técnico ganador, dedicarle tiempo a su familia y formarse profesionalmente para la vida.

Ya dijimos que es un hombre noble, sencillo, más bien callado, tímido. Siempre fue así y eso fue lo que enamoró a Adriana Góngora, su esposa, con quien tiene dos hijas, Adriana y Andrea.

“Las enseñanzas más grandes que me ha dejado mi papá son la entrega y la disciplina. Es muy dedicado. Se levanta a las 6 de la mañana para ser el primero en cada entrenamiento; y le da la una de la mañana viendo videos de los equipos a los que va a enfrentar. Es un apasionado”, le dijo Adriana Gamero a FútboRed en abril de 2021.

El técnico que acaba de darle a Millonarios la estrella 16, es tecnólogo en Sistemas, aunque no le gustan mucho los celulares, y siempre que tiene tiempo libre se lo dedica a su esposa, a sus hijas y a sus nietos. Cuando está con ellos, como hizo en El Campín después de vencer a Nacional, también llora de felicidad.

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