El estallido en el cielo que enlutó a 107 familias

Este es el relato del vuelo 203 de Avianca, la ruta que hace 30 años se convirtió en el viaje más trágico de la historia del país. Sus víctimas aseguran que fue un atentado del narcotráfico.

El hecho

“Me dijo: ‘Chao amor. Nos vemos en la noche’. Pero nunca más volvió”. Clotario Moreno recuerda la despedida con su esposa Beatriz Henao, de 30 años, cuando esa mañana salió rumbo al aeropuerto El Dorado de Bogotá para volar a Cali. Clotario partió a una reunión de trabajo. Llegó a la sala, le entregaron un vaso de agua y alguien comentó que hubo un accidente de avión. No le dio importancia y preguntó la ruta: Bogotá - Cali, la que tomó su pareja.

En esa jornada había dos itinerarios, uno a las 7:00 y otro a las 7:16. ¡Su esposa era una dormilona! Convencido de que había elegido la ruta que salía más tarde, pensó: “Beatriz se mató”. “Peleaba los minutos de su sueño, le encantaba dormir. Entre tomar un vuelo a las 7 y otro a las 7:16 sabía que seguro elegía el último”. Ese presentimiento, para su tristeza, terminó siendo cierto y esa reunión de negocios fue el inicio de un periodo de zozobra. Horas después tuvo que identificar el cuerpo y contarle lo sucedido a su hija de cuatro años.

Ahora, 30 años después, recuerda ese vuelo 203 entre las dos ciudades ese 27 de noviembre de 1989. Era un Boeing 727 de matrícula HK-1803. Terminó partiendo de El Dorado a las 7:11 y cinco minutos después ocurrió el siniestro, cuando volaban a 10 mil pies de altura sobre Soacha, en la zona de Hacienda Canoas. En esa aeronave viajaban 101 pasajeros y seis tripulantes. Todos murieron.

Yamit Amat estaba en la franja matutina de la emisora Caracol y un oyente llamó a contar que vio una explosión. “Estaba jugando basquetbol cuando vi una estela de humo. Sí, y luego vi que el avión se incendió y cayó hacia la altura de Cazucá”, relató una voz desde las afueras de Bogotá. Esa fue la alerta y con el tiempo se confirmaron los hechos: el avión había estallado. El cartel de Medellín se atribuyó el hecho como un atentado dirigido al entonces candidato presidencial César Gaviria, quien según información que tenía el narcotraficante Pablo Escobar tomaría ese vuelo. Pero nadie de su equipo abordó ese avión.

En el 203 viajaban dos ciudadanos estadounidenses. Entonces, el FBI delegó al investigador Richard Halm como parte de una comisión de expertos también conformada por la Federal Aviation Administration y de la National Transportation Safety Board para determinar las causas del siniestro. Con la versión del cartel de Medellín y la pesquisa de ese grupo llegaron a la conclusión de que se trató de un atentado, una bomba ordenada por Escobar, el relato que quedó registrado en la historia del país.

Tiempo después, en 2016, El Espectador publicó una investigación con la hipótesis de que se trató de una falla mecánica y no de una bomba, una versión rechazada por familiares de las víctimas. “La aerocivil dejó pasar una bomba. Fue un atentado y nadie nos ha reparado por la pérdida de nuestros seres queridos”, afirma María del Carmen Díaz, hermana de Emilio, quien perdió la vida esa mañana.


Escobar planeó ataque a Gaviria
Un informe de la Fundación Colombia con Memoria que se presentará hoy, en Bogotá, relata que el atentado se concretó en la primera semana de noviembre cuando Pablo Escobar, reunido con Gerardo “Kiko” Moncada, Albeiro Areiza, alias “el Campeón” y Gonzalo Rodríguez Gacha, decidieron acabar con la vida de Gaviria. En este encuentro, según el reporte, se habría definido hacer el atentado al avión.

EL HÉROE
Rodrigo Reyes

Una tarde de juegos, los abrazos de su mamá Gloria Toledo y las enseñanzas de su padre, el capitán de corbeta Fernando Reyes Moncada. Ese es el recuerdo que llega a la mente de Rodrigo Reyes cuando le preguntan por los últimos momentos que pasó con el capitán antes de que abordara el vuelo 203 de Avianca que cubría la ruta Bogotá - Cali. Una explosión en la aeronave los separó cuando apenas tenía 8 años y llevaban solo una semana viviendo en Bogotá, a donde se trasladaron por el trabajo que el capitán tenía en la Armada. Eran de Cartagena. Cambiaron la brisa del mar por ese frío de los amaneceres bogotanos que congela los dedos. En medio de ese clima al que apenas se acostumbraban, Rodrigo tuvo la peor de sus mañanas. “Algo le pasó al papá”, le dijo su mamá. Salieron hasta el hall de la Cámara de Oficiales Armada Nacional y un oficial les preguntó si su padre había tomado el vuelo. Horas después, un almirante confirmó que habían identificado el cuerpo de su padre entre las víctimas. “Él me enseñó la disciplina, el amor por la Patria y a trabajar por la comunidad. Era mi superhéroe”, recuerda. Fue una dura despedida. Ni siquiera habían terminado la mudanza a la capital, los muebles estaban en una bodega, las maletas aún empacadas, “todo era un caos”. Creció con el vacío de su ausencia y las ganas de seguir sus pasos. Cuando cumplió la mayoría de edad se presentó a las Fuerzas Armadas, pero unos kilos de más lo alejaron del proceso. Estudió administración, trabajó y en 2015 hizo un curso de orientación a la vida militar. Ahora, a sus 38 años, es teniente de corbeta de la reserva naval para servir a la patria, tal como su superhéroe se lo enseñó .