Cuando llegó la pandemia, la profesora Alexandra Eugenia Ibarra Urrego, quien enseña en la primaria rural en la vereda La Casiana, en el municipio de Jardín, Antioquia, en una sede del Centro Educativo Juan de Dios Carvajal, se preocupó mucho. No todos sus alumnos tenían internet o un celular con servicio de WhatsApp. Pero hay manos amigas y buenas ideas.
Vanessa Escobar, directora de educación de la fundación Secretos para Contar, cuenta que ante la realidad de esa falta de conectividad pensaron en una estrategia para llegar a lo que ellos llaman la ruralidad dispersa (sitios alejados de las cabeceras municipales), y que la educación no se viera tan afectada. Su trabajo es la promoción de la lectura y la escritura para mejorar la calidad de vida de los habitantes del campo en Antioquia.
“Al principio pensamos en algo por WhatsApp y nos encontramos municipios como Tarso en el que apenas el 10 % de los niños podían acceder a dicho servicio. Nos dimos cuenta de que sin conectividad ni datos había que hacer algo más”, comenta Escobar.
Muchos padres hicieron el esfuerzo de pagar planes de internet o de celular para conectarse al menos una vez a la semana, “pero lo más lindo llegó con la ayuda de la fundación Secretos para Contar y una guía que ellos crearon, en tiempo récord, que se llama Exploradores de la vereda para apoyarnos en este proceso educativo”, cuenta la profesora.
La idea –explica Escobar– fue entregar ese libro y otro llamado Reconocer, con temas de la vida en el campo a través de los cuales los maestros pudieran desarrollar conocimientos y aptitudes socio emocionales y de trabajo en familia. Además mandaron semillas y materiales tanto para estudiantes de bachillerato como de universidad.
¿Qué traen estas guías?
El modelo que utilizan hace parte de ese aprendizaje basado en proyectos, en los que se pueden ver diferentes áreas del conocimiento mientras se realiza. “En algo tan sencillo como sembrar una huerta, allí un profesor se da cuenta de que tiene mucho para enseñar: preparar un abono tiene que ver con química, sembrar a cierta distancia es matemáticas, los insectos de la huerta son biología, y así”, indica Escobar, quien destaca además que no es solo para los niños en casa, también ha involucrado a las familias.
Esas guías que llegaron en medio del coronavirus fueron una felicidad para las escuelas rurales, “estamos encantados, de verdad, y hemos tenido experiencias muy lindas”, cuenta la docente Ibarra.
No están solos
La profesora de la vereda La Casiana agradece que además los maestros reciben acompañamiento. “No nos dejan abandonados, ellos hacen seguimiento, nos dan el libro y una planeación de actividades que uno puede hacer con los niños, tengo videos de mis alumnos de primaria sorprendidos viendo un proceso de metamorfosis en vivo, algo que está entre las actividades propuestas, y ellos son felices viendo cómo va cambiando la oruga, y entienden mucho mejor la metamorfosis, por ejemplo”.
Los textos, que se agrupan en una alianza llamada ERA (Fortalecimiento de la Educación Rural en Antioquia), nacieron como talleres para que los profesores lo utilizaran en el aula de clase, explica la directora de Secretos. Con la pandemia no hay clases presenciales, pero el fin es el mismo. “Nosotros lo que hacemos es capacitar a los maestros en campo, nuestro gran diferenciador es llegar a donde no va nadie más”. A la fecha suman 16 municipios, 17.000 estudiantes y 980 maestros. Se han entregado 50.000 textos para alumnos y docentes.
Otro proyecto
Escobar aclara que ellos vienen trabajando desde hace 16 años en el programa con el que nació la entidad que fue “sembrar libros en el campo colombiano” (ver Radiografía), y a medida que pasaron los años llegó la idea de ayudar y complementar la labor del docente rural con las otras guías.
Si el frente de educación sigue en pie en la pandemia, el de los libros para entretenerse no podía desfallecer, “y los estamos entregando casa por casa, los mandamos con chiveros, con las alcaldías, los maestros o los muchachos que viven en los municipios. Los que son muy lejanos le llegan a los maestros y ellos nos ayudan a entregarlos en las veredas y nos mandan el registro. Para atender a los 125 municipios estamos mandando 320.000 libros más, además de los 50.000 y en esos hay de todo, desde literatura hasta educación.
Para la profesora Ibarra este proyecto la ha inspirado, “Secretos para contar me ha hecho ser mejor maestra”, y eso quiere reflejarlo con sus alumnos.
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aliados tiene la fundación Secretos para Contar en su alianza por la educación rural.