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Así llegaron los humanos al espacio y lo contaminaron

Satélites que no funcionan, cohetes viejos y otros objetos espaciales podrían dificultar, entre otras, las próximas misiones espaciales.

  • Hay 34.000 objetos más grandes de 10 centímetros y 128 millones entre 1 milímetro y 1 centímetro registrados. FOTO nasa
    Hay 34.000 objetos más grandes de 10 centímetros y 128 millones entre 1 milímetro y 1 centímetro registrados. FOTO nasa
  • Satélites y otros objetos no funcionales son un peligro para otros satélites, pueden colisionar o explotar. FOTO nasa
    Satélites y otros objetos no funcionales son un peligro para otros satélites, pueden colisionar o explotar. FOTO nasa
04 de mayo de 2021
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Pocos lugares de la Tierra se han salvado de la contaminación que, por siglos, han ocasionado las personas. Ni siquiera el punto más profundo del océano, la Fosa de las Marinas, se salvó: exploradores han encontrado residuos de actividades humanas allí.

Como si fuera poco y el espacio disponible en este planeta se hubiera quedado corto, esta contaminación se volvió extraterrestre, ya está en el universo, y allí también representa un problema.

Son más de seis décadas de una carrera espacial que inició con intereses particulares, pero sin prever el futuro: con pocos protocolos y sin pensar en la sostenibilidad. Querían llegar primero y hacerlo como fuera y, como resultado, hoy la humanidad se enfrenta a otro tipo de contaminación.

Se trata de la basura espacial. Desde 1957, más de 6.050 naves han viajado al espacio y 11.370 satélites han llegado a la órbita de la Tierra, y no todos se destruyen o vuelven al planeta, de acuerdo con datos de abril de la Oficina de Desechos Espaciales de la Agencia Espacial Europea, ESA. De estos satélites, 6.900 todavía están allí y solo 4.000 están aún funcionando. Además, el número de desechos que las redes de vigilancia espacial rastrean regularmente y que se mantienen en su catálogo son más de 28.160, pero ha habido muchos más.

Positivo podría ser que ahora sí hay conciencia de la importancia de pensar a futuro, hay normas y organizaciones velando por la limpieza física, pero también biológica, del universo.

El Tratado del Espacio Exterior de la Organización de las Naciones Unidas, por ejemplo, es el marco legal que los Estados tratantes acogen en lo que tiene que ver con la exploración espacial y este, entre muchas otras directivas, establece que se debe evitar contaminar el espacio en cada misión para no poner en peligro otros planetas o la propia Tierra.

La basura espacial

Las misiones espaciales no solo buscan entender qué hay más allá y descubrir si hay, o hubo, vida extraterrestre, sino que además analizan la posibilidad de que los humanos habiten otras zonas o planetas en caso de que la contaminación en la Tierra sea tanta que no permita vida alguna.

Lo irónico en este caso es, entonces, que en esa búsqueda se ha contaminado también el espacio que se quiere conocer. Se está cometiendo el mismo error.

La Agencia Espacial Europea dice en su página web que hay fragmentos de antiguas misiones atrapados en la órbita y que estos amenazan el futuro pues, “con el tiempo, el número, la masa y el área de estos residuos es cada vez mayor, lo que supone un riesgo para los satélites en funcionamiento” pues desde décadas se han lanzado toneladas de cohetes, naves e instrumentos cuya vida útil en muchos casos ya terminó y que, cuando explotan o colisionan, crean miles de desechos más.

Por eso, desde acá se monitorean las trayectorias de casi todos los objetos, se realizan catálogos, modelos y predicciones.

Así, en cifras al 15 de abril de este año de la misma Oficina de Desechos Espaciales, estos son más de 28.160 y han provocado más de 560 explosiones, rupturas, colisiones o eventos anómalos que han dado como resultados de fragmentaciones que se catalogan de tres formas y que han sido estimadas en órbita así: 34.000 objetos más grandes de 10 centímetros, 900.000 objetos entre 1 y 10 centímetros y 128 millones de objetos entre un milímetro y un centímetro. En total, la masa de todos los objetos, solo en la órbita terrestre, es de 9.300 toneladas.

¿De dónde sale tanta basura?

Samuel Cadavid Palacio, profesor de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad de Antioquia, explica que proviene de satélites y demás misiones. “Un cohete se envía en tres etapas. La primera lo saca de la atmósfera terrestre, la segunda le da un impulso en órbita y la tercera es en sí la nave”, y todas podrían contaminar.

El cohete de la primera fase se desecha, en su mayoría, en el punto más alejado de tierra firme que queda en el océano, llamado polo de inaccesibilidad del Pacífico o Punto Nemo. La segunda etapa se separa y queda en órbita y se monitorea constantemente y la tercera es el cohete o satélite.

“Sabemos qué objetos y qué satélites están orbitando y cuáles de esos están funcionando y cuáles no, como esas segundas etapas, naves mucho más antiguas que ya no sirven, cometas grandes que alguna vez se probaron, el Tesla que está orbitando el Sol y demás”, continúa Cadavid.

Dice que estos monitoreos se logran con observatorios de ondas de radio y que esta operación se facilita con los objetos registrados, pero que también logra detectar los que no lo están. Aunque el Tratado especifica que todo objeto lanzado se debe registrar y notificar ante el Secretario General de las Naciones Unidas, se presume que muchos países no lo hicieron en los inicios y puede que no lo hagan aún.

Satélites y otros objetos no funcionales son un peligro para otros satélites, pueden colisionar o explotar. FOTO <b>nasa</b>
Satélites y otros objetos no funcionales son un peligro para otros satélites, pueden colisionar o explotar. FOTO nasa

¿Estará ahí para siempre?

Luis Miguel Molina Galeano, profesor de la Corporación Cistella y divulgador del Planetario de Medellín, explica que cuando estos llegan al espacio y alcanzan la velocidad orbital, que es 27.000 kilómetros por hora, es difícil que reingresen a la atmósfera para ser destruidos y demoran un largo tiempo. Algunos tienen propulsión y lo logran más rápido, pero otros tardan muchos años mientras van frenando y cayendo de forma natural.

Molina explica que esto se logra porque la Tierra los va atrayendo poco a poco, los hala, y van perdiendo puntos de altura, “pero son pocos centímetros por año, así que pueden demorar entre 20, 30, 50 o hasta cientos o miles de años. De hecho, hay etapas lanzadas en los 60 y 70, telescopios, satélites de comunicaciones y demás que no tienen vida útil y que todavía están dando vueltas, aunque no sirven para nada”.

Esa basura desaparece una vez han pasado los años y salen de la órbita (algunos lo hacen con propulsión en menos tiempo), y comienzan a ingresar al planeta. Mientras atraviesan la atmósfera, explica Cadavid, “dadas las altas velocidades y la fricción, se calientan mucho, se derriten y desintegran antes de llegar a la superficie porque no están diseñados para reingresar, diferente a las naves tripuladas que tienen escudos de calor”.

Este es, entonces, un proceso efectivo pero que toma tiempo y que no da abasto con las cantidades de objetos que son lanzados día a día, que cada vez son más. “Cada mes se envían entre 100 y 200 satélites, por lo menos, y en los últimos cinco años se han lanzado más de los que habíamos enviado en toda la historia de la humanidad. Es un crecimiento exponencial y llegará el momento en que el espacio no será tan espacioso”, añade Cadavid.

Aunque el espacio es infinito, los objetos se mantienen, en su mayoría, en la órbita baja de la Tierra (entre 500 y 2.000 kilómetros) y entre más haya, más difícil será monitorearlos y evitar choques o accidentes.

“Cuando un satélite deja de ser funcional es un peligro para otros satélites porque no se pueden controlar. Si hay un choque podrían crear una nube de escombros que tiene pedacitos de varios tamaños e incluso los de un centímetro o más pequeños son muy peligrosos por la velocidad a la que van”, alerta Cadavid. Esas nubes y fragmentos pueden dañar otros satélites o hasta cohetes y la Estación Espacial Internacional, que ya ha tenido que esquivar algunos.

Cuenta que justamente la ONU y otras organizaciones están priorizando la sostenibilidad a largo plazo en cuanto al manejo de objetos espaciales con estrategias que van desde tener más satélites que vuelvan a la atmósfera solo con propulsión hasta programas de recolección, pero por ahora siguen en planes

9.300
toneladas es la masa de todos los objetos que hay solo en la órbita terrestre.
28.160
desechos hay en el catálogo de la Agencia Espacial Europea, pero son más.
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