El empresario sudafricano Elon Musk sacó del bolsillo 44.000 millones de dólares para ser el nuevo dueño de Twitter, red social que el mes pasado cumplió 16 años. Musk no ha sido concreto sobre los giros que podría dar la plataforma, salvo por un par de señales: libre expresión, restricciones a los bots y mayor transparencia del algoritmo que utiliza la plataforma.
La libre expresión es uno de los puntos que más le interesan al multimillonario. Luego de la compra, publicó en su cuenta donde tiene más de 85 millones de seguidores: “Espero que hasta mis peores críticos permanezcan en Twitter, porque eso es lo que significa la libertad de expresión”.
Si lo que trina coge vuelo, Twitter pasaría a ser un lugar con supuestamente menos moderación de contenidos, una plataforma que interviene menos para decidir qué tipos de discursos se protegen y cuáles cuentas pueden estar y cuáles no. Musk fue, precisamente, uno de los que rechazó el cierre de la cuenta a Donald Trump en 2021.
Ahora bien, hay que recordar que lo de la libertad de expresión en redes no es tan sencillo y es un camino que ya se ha transitado, sin éxito. Hace diez años Dick Costolo, ejecutivo de Twitter entonces, declaró a Twitter como un lugar para publicar lo que se quisiera que el mundo escuchara.
Entonces se enfrentaron a un problema: fakenews, abuso de poder de los gobiernos, incitación a la violencia étnica. Es por eso que Twitter, y otras redes como Facebook, Instagram y Youtube tienen muy explícitas sus reglas del contenido prohibido.
“En todo el mundo existen organizaciones que dan recomendaciones y sugerencias para que las plataformas mejoren sustancialmente y ayuden a construir una mejor sociedad, más informada y más tolerante”, dijo María José Castaño, experta en comunicación digital y reputación.
Así que Musk no lo tiene tan fácil: por ahora su idea no ha funcionado.