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Una decepción nos pone en desventaja. Exige sopesar el propio dolor para asimilarla. Dolor propio, ese sí que duele. Algunos le llaman herida narcisista: ¿Porqué me pasa esto? ¿Porqué a mí? ¿Soy lo mejor que te pudo pasar y me haces esto?
A las desilusiones la humanidad les ha dedicado mucho tiempo y energía. La gente en manada vocea al punto del grito herido, letras desgarradoras que reclaman y piden justicia ante la traición.
El despecho, las tusas, como nombran ahora a la infidelidad, es tema universal que toca todas las anatomías y sus almas aporreadas. Cuando en la vida una situación es intensa y casi imposible de enfrentar, el humor nos salva. Poder reírse no resuelve la vaina, pero ayuda a soportarla.
Dolor y sátira. Tormento y sarcasmo....
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