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Todos mis amigos están vivos.
Así la enfermedad, los accidentes, los malos hábitos y la desventura hayan marcado la vida de algunos que ya murieron. Pero todos ellos siguen vivos.
A los vivos y a los muertos los recuerdo sonriendo, cantando, comiendo cosas deliciosas. Recuerdo sus viajes, sus alegrías, sus fracasos más grandes, sus silencios y la fuerza que le dieron a mi vida con la suya.
Los amigos han hecho de mí lo que soy hoy: ese abrazo en la oscuridad y la celebración cuando amerita. Por eso, en esta ocasión quiero hablar de ellos y representarlos con canciones. Esos aparatos magníficos y sospechosos que, por alguna razón, sí son eternos. Las canciones los mantendrán vivos, y me ayudarán a que sean camino y compañía cuando ellos no estén, o cuando yo deje de estar.
Porque al final, uno no recuerda fechas ni despedidas, sino canciones sonando mientras manejábamos sin rumbo, la risa en un asado improvisado, o esa letra que cantamos a gritos para espantar la tristeza. Las canciones guardan la esencia de esos momentos pequeños pero gigantes, y cuando suenan otra vez, nos devuelven todo: las voces, las miradas, incluso el olor del aire en ese instante exacto.
Y me gusta pensar que cada vez que alguien escuche una de estas canciones, aunque yo ya no esté, una parte mía también estará ahí, tarareando bajito, acompañando. Como si las melodías fueran puentes invisibles entre los que fuimos y los que seremos, entre los que están y los que ya partieron. Porque las canciones no entienden de muerte, sólo de presencia.
A Juan lo recuerdo por Blackbird de The Beatles. A Santi por Antes de que nos olviden de Caifanes. A Fabio por Rezo por vos de Spinetta. A Ana por La vida es una moneda de Baglietto. A Lena por Te lo pido por favor de Jaguares. A Laura por Feel de Robbie Williams. A Jhon por Los chicos de Calamaro. A Jose por Piel canela. A la Marcela por Sanz y Cuarteto de Nos. A Memo por todo el metal más pesado del mundo. A Alejo G por sus propias canciones, lo mismo que a Jorge, Juanes, Andrés y Christina. A Paul por Draco Rosa. A Javier por Payaso de Javier Solís. A Sara por Lilith. A Sebas por Shine On You Crazy Diamond de Pink Floyd. A Tavo por los conciertos en vivo. A Juancho por Father and Son de Cat Stevens. A Diana por Emociones de Roberto Carlos. A Daniel por el dub. A Samuel por Englishman in New York. A Lucho por Con Abuelo, también de Calamaro. A Luisa por Personal Jesus de Depeche Mode. A Juan Sebastián por U2. A Santa y Angy por todo lo de Sui Generis. A Gilmer por Blades, lo mismo que a Dany. A Galli por Something in the Way de Nirvana. Y a muchos, muchos otros que espero se sientan abrazados también con estas referencias.
Y a los que no están, que extraño y que me siguen doliendo, siguen vivos en The Doors, Pedro Guerra, Lou Reed, Cerati, Bajo Tierra, Lavoe, Dylan y Leonard Cohen. Ellos ahora vuelan, saltan de galaxia en galaxia, de oscuridades a brillos, cantando esas canciones, viviendo eternamente, como las canciones que nos acompañarán cuando todo sea silencio.
Todas esas canciones viven en mis amigos.
¿Y las tuyas? ¿y tus amigos?