Los gritos de “Mujer, vida, libertad”, eslogan de las protestas, apenas se escucha ahora en las calles del país persa. En las universidades, uno de los principales focos de las manifestaciones, los estudiantes ya no desafían a las autoridades.
Los grafitis contra el gobierno han sido tachados en las paredes de Teherán e incluso están desapareciendo los gritos desde las ventanas por las noches de “muerte al dictador”, en referencia al líder supremo de Irán, Ali Jameneí.
Las protestas, protagonizadas por jóvenes y mujeres que piden más libertades, comenzaron tras la muerte de Amini, el pasado 16 de septiembre, a manos de la Policía de la moral por no llevar bien puesto el velo obligatorio.
Con el paso de las semanas la revuelta ha ido mutando. Primero con grandes manifestaciones, después con movilizaciones en las universidades, más tarde en colegios y finalmente con pequeñas y esparcidas reuniones para evitar a las fuerzas de seguridad. La respuesta de las autoridades, en todos los escenarios, ha sido el hostigamiento.
“Con represión masiva, elecciones no libres, la corrupción y mala gestión aparentes, la autocracia iraní gobierna con lo que le queda: la fuerza bruta”, dijo la investigadora de Human Rights Watch (HRW) para Irán, Tara Sepehri, en el informe anual sobre los derechos humanos de su organización.
Pero el uso de la fuerza “excesiva y letal” que ha causado cerca de 500 muertes y casi 20.000 detenidos no fue suficiente para detener las manifestaciones. Tampoco la censura de las redes sociales, erigidas en altavoces de los manifestantes, ni los cortes de internet. Sin embargo, las ejecuciones y las sentencias a la horca sí parecen haber tenido éxito a la hora de restablecer el orden en las calles.
Ejecuciones
La primera ejecución se llevó a cabo el 8 de diciembre, cuando fue ahorcado Mohsen Shekari, de 23 años, por herir a un basiji (militante islámico) con un cuchillo, bloquear una calle y crear terror en Teherán.
Solo cuatro días después fue ejecutado en público un segundo manifestante, Majid Reza Rahnavard, condenado por el asesinato de dos agentes de seguridad. Las autoridades distribuyeron imágenes de Rahnavard colgando de una grúa al amanecer, que los medios oficialistas no dudaron en publicar.
Tras esas dos ejecuciones comenzaron a disminuir las protestas en las calles del país de forma sustancial. En las redes sociales los términos “protesta”, “calle” y “manifestaciones” fueron sustituidos por “ejecución”, prisión” o sentencia”, según reportaron algunas oenegés con sede fuera de Irán.
En estas circunstancias, las autoridades judiciales procedieron a ejecutar el 7 de enero a otros dos manifestantes, Mohammad Mehdi Karami y Mohammad Hosseini, por el supuesto asesinato de un basiji.
Otras 13 personas han sido condenadas a muerte por su participación en las protestas, al menos otra docena hace frente a cargos que podrían conllevar la horca y cientos de manifestantes han sido condenadas a penas de cárcel, entre ellos futbolistas, músicos y periodistas, mientras que los juicios, condenas y ejecuciones han sido fuertemente criticados por los gobiernos occidentales y por organizaciones de derechos humanos.
Además, muchos activistas iraníes han denunciado que los juicios se están celebrando a puerta cerrada, en tiempo récord, con confesiones obtenidas bajo tortura y en muchos casos sin abogados presentes.
Gestos de desobediencia
Desde las últimas ejecuciones las protestas casi han desaparecido y solo quedan algunos visos de la desobediencia civil de la revuelta, por ejemplo, en las mujeres que han dejado de usar el velo en las calles.
Aunque ese valiente acto puede desaparecer también si las autoridades llevan a cabo el llamamiento de la semana pasada de la Fiscalía General del país a a “castigar con firmeza” las violaciones en el uso del velo islámico. A pesar de ello, muchas mujeres se resisten a rendirse.
“Voy a ir sin velo hasta que me pare la Policía”, dice a EFE una joven que prefiere no ser identificada, y la cual cree que las protestas volverán a las calles porque el descontento y el resentimiento de la población no han desaparecido. “Queremos un Irán más moderno y libre”, afirma.