Tras cumplir 58 años de construcción el pasado 19 de marzo, el estadio Atanasio Girardot recibe, por estos días, el cambio extremo que le dará un aspecto moderno y funcional, digno de mostrar.
Cuando le abra las puertas al Mundial sub20 tendrá una cara reluciente, y los antioqueños sacarán pecho y justificarán, en parte, los retrasos, las incomodidades y entenderán que los sacrificios valieron la pena, así como los 17.500 millones de pesos que se invirtieron en él.
La cancha, a la que le repararon los drenajes, filtros y bases, ya tiene grama Bermuda nueva y equipos de mantenimiento. Y se alista para estrenar silletería mexicana (con espaldar) en las tribunas de occidental y oriental, a la que le hicieron exigentes pruebas de resistencia, contó el arquitecto Alejandro Carvajal (foto).
Las rampas de evacuación en los cuatro sectores están listas, el nuevo sistema de iluminación externo (torres) e interno está en ejecución y habrá un sonido mejorado y de última tecnología.
Los puestos de venta o cafeterías del primer piso fueron dotados de bodegas, cuartos de aseo y cortinas metálicas.
Dos camerinos de 350 metros cuadrados cada uno, con lavadero de guayos, duchas, sanitarios, zona de calentamiento, jacuzzi, camerinos de árbitros y recogebolas, oficinas para el técnico y su asistente son, entre muchas otras, comodidades.
Remplazaron la subestación eléctrica y construyendo el tanque para controlar incendios, que no existía.
El Mundial fue la excusa para la "cirugía" de don Atanasio, como algunos llaman el máximo escenario deportivo de Medellín.
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