El general Norberto Mujica, director del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), anunció que las actuaciones realizadas el pasado marzo en la cárcel La Modelo de Bogotá estuvieron encaminadas a “evitar las fugas de los presos”.
Mujica anunció que, en medio de los hechos que fueron controlados por los guardias del Inpec, hicieron presencia delegados de la Fiscalía, la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo, con el fin de adelantar las investigaciones pertinentes.
El oficial reiteró que continuarán adelantando labores encaminadas a la resocialización de la población privada de la libertad. Mujica no dejó de lado reconocer que en medio de tales desmanes fallecieron 23 reclusos, de los cuales lamentó cada deceso.
El director del Inpec le salió al paso a la información que expuso la Revista Semana, en donde revelaron que, al parecer, se habría presentado exceso de la fuerza. La peor matanza de presos que recuerde Colombia comenzó el 21 de marzo por la noche con un motín que dio lugar a una batalla que se prolongó por unas diez horas.
“De los 23 internos que murieron entre la noche del 21 de marzo y la madrugada del día siguiente en el sangriento motín de La Modelo, solo uno no presenta disparos de fusil en su cuerpo (...) Todos los demás tienen impactos de bala”, señala una investigación publicada por Semana.
La publicación se basó en fotografías, más de 50 horas de grabación de 20 cámaras del penal, testimonios y las necropsias para concluir que “por la forma como murió la mayoría de los detenidos, hubo un grave exceso en el uso de la fuerza de la guardia”, en resumen, “una masacre en la que varios de los detenidos murieron a bala en estado de indefensión”.
“Es claro que hubo exceso de fuerza. Pero también es evidente que en muchos de los casos los disparos se hicieron con la firme intención de matar y no como una medida disuasiva”, detalló a Semana un investigador forense.
Las necropsias revelan que tres presos recibieron disparos en la cabeza, casi todos en la frente; otros tres tienen impactos en la cara, uno de ellos en la boca, y ocho murieron por disparos de fusil en diferentes partes del tórax, uno con cinco impactos.
Los informes forenses constataron además que cinco de los reos tienen disparos mortales en el cuello, tres de ellos en la nuca, y otro tiene dos tiros en la espalda lo que indica que “les dispararon desde atrás, en estado de indefensión”.
“Un solo proyectil de un fusil en el pecho es suficiente para detener y matar a cualquiera. Ahora, cinco disparos pueden ser catalogados como sevicia”, explicó a la revista un perito de balística. La rebelión de presos comenzó aparentemente para exigir mejores condiciones sanitarias y de protección contra el coronavirus, y por la suspensión de las visitas familiares para reducir los riesgos de contagio.
Sin embargo, Semana asegura que “la realidad es que detrás de esas acciones coordinadas (en las cárceles) existió un plan de fuga orquestado por (la guerrilla de) el Eln”, algo que la revista reveló hace dos meses y confirmó el fiscal general, Francisco Barbosa, con base en grabaciones de audio obtenidas por las autoridades.
Al día siguiente de la matanza la ministra de Justicia de Colombia, Margarita Cabello, aseguró en una declaración que los motines no tenían nada que ver con las condiciones sanitarias y que lo que hubo fue “un intento masivo y criminal de fuga”.