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Este éxodo científico y académico puede devenir en tormenta. Los rectores de universidades en EE.UU. están asustados y ceden a las presiones del gobierno, mientras que los estudiantes no se atreven a manifestarse por las detenciones.
El clima en las universidades de Estados Unidos ha llegado a un nivel de caza de brujas con ataques directos a la libertad académica. Cientos de intelectuales, científicos y artistas han empezado una diáspora que Europa y Canadá quieren acoger para beneficiarse de un talento que puede traer grandes oportunidades para la investigación si se juegan bien las cartas.
Así como en los años 30 Estados Unidos acogió y sacó el mejor provecho de los miles de científicos que huían de la Alemania nazi -16 premios Nobel o el despegue de la carrera espacial lo avalan- el viaje a la inversa de tanto talento que se siente acosado por el nuevo gobierno americano promete ser muy fructífero para quienes tengan los recursos suficientes para atraerlos.
Desde Bruselas, corazón de la unión Europea, se ha planteado la iniciativa Choose Europe, que ofrece a los mejores investigadores jóvenes una vía para obtener puestos permanentes, cátedras académicas para los mejores científicos y otras para investigadores con una inversión de entre 150 y 170 millones de euros.
En España van a aprovechar el programa Atrae, centrado en la incorporación de talento consolidado, para enfocarse en Estados Unidos. Y en Francia ya está rodando otro programa llamado Safe Place for Science para traer científicos de Estados Unidos que trabajen en clima, astrofísica o salud.
A la vez, Canadá está recibiendo a eminentes profesores que se quieren trasladar al país vecino para huir del clima sofocante que se respira en los centros docentes estadounidenses. Muchos de ellos describen un ambiente de tensión constante en los campus universitarios debido a las presiones ejercidas por el gobierno Trump, que chantajea a las universidades con retirarles las ayudas federales si no se pliegan a sus designios.
El Departamento de Educación ha dicho que está investigando a 60 instituciones de educación superior por antisemitismo, entre las que se destacan aquellas que pertenecen a ese exclusivo club del Ivy League, como por ejemplo Harvard, Princeton, Columbia o Brown. Se les exige que contraten oficiales de seguridad que puedan hacer arrestos, que prohiban las protestas en sus edificios y que entreguen sus programas educativos, especialmente los centrados en Medio Oriente, para que sean aprobados por censores externos.
Hay listados de temas de investigación prohibidos, y recortes a todo aquello que tiene que ver con vacunas, clima y medio ambiente. El gobierno ha decidido retener subvenciones federales para forzar giros ideológicos y confiscar dinero destinado a las ciencias insistiendo en cambios en las humanidades o incluso en el ámbito deportivo.
Tal es el caso de la cancelación de 400 millones de dólares a la universidad de Columbia. Harvard tiene en riesgo 9.000 millones y la universidad de Pensilvania ha visto suspendidos 175 millones de dólares en subvenciones porque hace tres años permitió que una mujer transgénero compitiera en su equipo femenino. La pregunta es qué tanto pueden avanzar las universidades sin libertad de pensamiento y libertad académica.
Y no contento con todo esto, el presidente de Estados Unidos ha puesto en el punto de mira a la Institución Smithsoniana, un conjunto de 16 museos y galerías, a quienes critica por algunas exposiciones que a su juicio son racistas contra los blancos. Promete no dejar títere con cabeza si no se reforma a fondo la institución.
En medio de este ambiente tóxico también hay artistas y celebridades que ya empacaron sus maletas y decidieron buscar refugio en países más amistosos. La cantautora Courtney Love, la actriz Rosie O´Donell, la mediática Ellen DeGeneres y su esposa Portia de Rossi o la actriz Sophie Turner entre otras celebridades ya están fuera.
Pero mientras estas estrellas pueden mantener su estatus estén donde estén, los docentes e investigadores tendrán que vivir con un poco más de limitaciones. De entrada van a perder el 25% de sus ingresos porque los sueldos de Estados Unidos son inalcanzables para Europa. La Unión Europea gasta alrededor del 2% del PIB en investigación y desarrollo, mientras que los estadounidenses invierten el 3,6%. Además, la infraestructura necesaria para la investigación también debe mejorarse. Son grandes retos que tendrán que sopesar los científicos y académicos antes de saltar el charco o pasar a su vecino país.
Esta especie de éxodo científico y académico que ha comenzado a caer gota a gota, puede devenir en tormenta si las cosas no cambian. Los rectores de las universidades estadounidenses están asustados y ceden a las presiones gubernamentales, mientras que los estudiantes no se atreven a manifestarse en vista de todas las detenciones que han ocurrido en las últimas semanas.
Puede que en algún momento le hagan caso al expresidente Barack Obama, uno de los pocos que ha decido alzar su voz para invitar a hacer un sacrificio en apoyo a los valores democráticos. Mientras tanto, europeos y canadienses esperan la llegada de ese talento que ahora Trump parece querer amordazar..