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Un texto para recordar a Celia Cruz, la negra voz de la alegría

19 de julio de 2023
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  • Celia, en acción, en una de sus visitas a la ciudad. FOTO archivo histórico el colombiano
    Celia, en acción, en una de sus visitas a la ciudad. FOTO archivo histórico el colombiano

La vida de Celia Cruz fue un carnaval, sin lugar a dudas; su voz, una vitamina contra la tristeza y cada una de sus canciones, himnos eternos para recordarla en la felicidad de su sonrisa, de sus vestidos coloridos, de su maquillaje extravagante, sus pelucas llamativas y su particular ¡Azúúúcar! Esta increíble mujer de imponente voz existió, fue real, y se convirtió en el emblema, en la revolución femenina más poderosa de la salsa y de la música tropical mundial.

Úrsula Hilaria Celia Caridad Cruz Alfonso nació el 21 de octubre de 1925 en Santos Suárez, un humilde barrio de la Habana, Cuba. Fue la hija mayor de Simón Cruz, un fogonero de ferrocarril, y de Catalina Alfonso Ramos, una admirable ama de casa que vio en su hija un talento identificable. “Yo nací cantando. Mi mamá, Catalina, me dijo que cuando tenía 9 o 10 meses de edad me levantaba en medio de la noche, a las dos o tres de la madrugada, cantando. ‘Esta muchachita va a trabajar de noche’, decía”. Sus hermanos, fueron quienes escucharon las primeras canciones que la niña Celia cantaba para arrullarlos y ayudarles a dormir mientras sus padres estaban ocupados en labores del hogar o buscando dinero para sacar adelante a la familia. Gracias a estos momentos de intimidad familiar, Celia descubrió su voz de terciopelo y su potencia para hacer vibrar a los demás.

A los doce años, mientras cantaba desprevenidamente en las calles de La Habana, un turista encantado con su voz y su evidente talento le obsequió un par de zapatos, ese fue el primer pago por su voz. A pesar de su acercamiento intuitivo con la música, mientras fueron pasando los años, la negativa de su padre con la carrera musical aumentó, tanto como las ganas que tenía esa jovencita por cantar.

La música se convertía en necesidad, el corazón, los pulmones y esos hermosos ojos vibraban cada vez que una conga, un bongó, un bajo, una trompeta y unos timbales empezaban la función. Su voz siguió resonando sin mayores pretensiones, solo quería cantar. Sin embargo, en el año 1950, en ese mismo ritual de abrir la boca y sacar poemas sonoros, fue descubierta como una potencial estrella musical. El director de la Sonora Matancera, el guitarrista Rogelio Martínez, se enamoró de su color de voz y su carisma al escucharla cantar y la contrató de inmediato para reemplazar a la cantante Mirta Silva quien era la voz oficial y había dejado el grupo. Su historia musical de éxitos empezó con La Sonora Matancera y se extendió hasta el 31 de diciembre de 1965, quince años de baile, triunfo, alegrías y más de 187 canciones que les dieron alegría a miles de bailadores.

La voz de Celia Cruz fue una voz única, redonda y potente, era como un grito afinado en medio de una fiesta enérgica. También tenía un rango muy bajo y lleno de matices jocosos. Nunca temblaba y siempre hacía retumbar cada corazón que la presenciaba en vivo. Con ese registro contralto nos enseñó a bailar tristezas y a celebrar la vida al ritmo del timbal y las trompetas.

La primera vez que pronunció ¡Azúcar! como cantando, fue en un restaurante en Miami, luego de cenar con algunos amigos. El camarero le ofreció café y de inmediato le preguntó si lo tomaba con o sin azúcar, ella entre risas respondió “Chico, tú eres cubano. ¿Cómo vas a preguntarme eso? ¡Con azúúúcar!”. Y esa misma noche durante un show le contó al público la divertida historia, todos rieron. Y fue así que un día, en vez de echar el cuento, simplemente bajó los escalones y gritó ¡Azúúúcar!, moviendo la cabeza y en carcajadas de felicidad.

“Por favor nunca se olviden de mí, yo amo mucho a Colombia”, dijo en alguna oportunidad y es que algo la ataba a este territorio tricolor repleto de salsa y música tropical. Su relación con Colombia fue cercana, de hecho, el 4 de marzo de 1998, en la ciudad de Bogotá, Celia recibió de las manos del expresidente Andrés Pastrana, la medalla al mérito cultural, en este evento él le dijo: “Usted con la música ha hecho lo que García Márquez ha hecho con la literatura”. Y ella, para eternizar ese cariño bien correspondido, le regaló a Colombia la versión de Salsipuedes, con algunos pregones dedicados a nuestro país.

Tristemente llegaría el final. El 16 de julio de 2003, en su casa en New Jersey, terminaría la vida y la voz de Celia, a sus 78 años. Fue enterrada en el cementerio Woodland de El Bronx, en la ciudad de Nueva York y hasta ese lugar, año a año, fanáticos de la salsa y del sonido guarachero se acercan para dejar flores y canciones a esa mujer que cantó hasta las tristezas.

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