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Un nuevo turismo en Tarso
Crítico

Lorenzo Villegas

Publicado

Un nuevo turismo en Tarso

lorenzo villegas
Periodista culinario

Hay una nueva manera de hacer turismo en Antioquia, el de la cultura alimentaria, y Tarso es su precursor. Allí se encuentran lugares bellos como la casa del beato Jesús Aníbal Gómez, los miradores de Canaán y Cristo Rey y el puente de hierro. El clima promedio es de 30°C, la superficie es de 119 kilómetros cuadrados y el gentilicio es tarseños.

La actual administración adoptó la idea de ser soberanos en su alimentación. Lo primero que hizo el municipio, en cabeza del alcalde Néstor Fernando Romero Villada, fue construir y fortalecer La Casa de la Soberanía Alimentaria.

Comencé mi visita allí. Es un edificio blanco, en el marco de la plaza. Tiene tres plantas, en la primera están las bodegas, una con cadena de frío, la segunda alberga las oficinas y en el tercer piso tiene una cocina magnífica donde capacitan niños, jóvenes, adultos, madres en gestación y lactantes. El trabajo repercute en 591 escolares, 44 madres lactantes y gestantes y el entorno de 104 familias, además de adultos mayores. Desde su construcción ha cambiado el panorama de Tarso: “Teníamos las actividades de soberanía regadas por el pueblo, entonces nos sirvió para agrupar y cumplir con la normatividad. En corto tiempo queremos tener programas universitarios”, explica Olga Margarita Rojas Ortiz, la coordinadora.

Lo que tienen bien claro es que no quieren ser paternalistas ni asistencialistas, por eso no solo entregan las ayudas alimentarias, sino que las personas deben cultivar su comida mediante huertas caseras. “Con la Casa de la Soberanía queremos formar a la población sobre la alimentación saludable y en la producción limpia de los alimentos, por eso implementamos la huertas escolares, institucionales, familiares y de esa manera implementamos esta cultura”, dice Carolina Cifuentes, comunicadora del municipio. Así quiere Tarso derrotar la desnutrición, mejorar la alimentación y fortalecer el consumo de alimentos limpios. A las poblaciones hay que empoderarlas de su territorio y esto incluye enseñarles a cosechar. “Para mí es muy bonito ver las comunidades producir de manera orgánica su comida. En este momento con la Gobernación tenemos 50 huertas nuevas y 100 de autoconsumo”, dice entusiasmado el zootecnista Juan Restrepo Suárez.

La cocina está bien dotada. Tiene un amplio salón comedor y allí tanto estudiantes como visitantes se reúnen a cocinar y a comer. Yeison Oquendo García, un joven tecnólogo en alimentos, se encarga de recibir los grupos de trabajo y coordinar a los jóvenes y a las madres del programa Gen 0: “Tienen formación con trabajadores sociales, sicólogo, zootecnista y nutricionista. Este año tenemos 44 familias que aprenden a cultivar huertas. Con los niños trabajamos las cocinas como superación y herramienta para generar autonomía, hay casi 100 niños que aprenden cocina básica, además de los chicos con capacidades especiales, los cuales muestran mucho interés”. Juana Valentina Villa, de 19 años, está feliz de hacer parte del grupo de cocina: “Llevo un año en la cocina y hago sancochos, caldos y ajiaco. Además, este programa nos aleja de los vicios y nos divierte”.

¿Para qué?

Es prioritario que los dirigentes miren la importancia de tener una verdadera soberanía alimentaria para sus pobladores. Según el Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y El Caribe 2018, publicado por Unicef, el 8.4 % de mujeres se encuentran en situación de inseguridad alimentaria severa y el 20 % de niños más pobres sufren tres veces más la desnutrición crónica. El Panorama afirma que es posible transformar los sistemas alimentarios, para garantizar a la población una forma más sostenible y adaptada al cambio climático, con acciones de producción, procesamiento y comercialización de productos para disponer de alimentos saludables.

Tarso es una poesía

La Casa de la Cultura, así como el Parque Educativo, son otros espacios destinados para que la población tarseña encuentre posibilidades de formación académica y artística. Daniela Álvarez, coordinadora de la casa de la cultura, lo aclara: “Contamos con artes plásticas, visuales, director de escuela de música, danzas, poesía, biblioteca pública y beneficiamos cerca de 150 niños”. Mateo Gallego Toro, comunicador del Parque Educativo, dice: “Fomentamos semilleros de comunicaciones en los que los chicos desarrollan habilidades como fotografía, televisión, cine y radio. Cada curso cuenta con cerca de 20 niños”.

El alcalde, Néstor Fernando Romero Villada, enfatiza que desea erradicar la pobreza extrema y el hambre de su municipio. “Yo quiero que cuando hablen de Tarso la gente piense que comemos bien, que cultivamos nuestra despensa, que tenemos llenas las cocinas de productos del campo y que los niños prefieren un jugo de frutas a una bebida azucarada. La idea es no solo vivir del pan, sino aprender a transformarlo, para eso necesitamos laboratorio y tecnología. Estamos abiertos a más convenios con más aliados, queremos fortalecer el campo con otros productos”.

Turismo alimentario

En Tarso hay más de 400 pequeños cultivadores de café de altura. La alcaldía organizó el mercado campesino en el que puede conseguir el delicioso quesito envuelto en hoja de plátano, de la vereda Cascabel, producido por Delia de Jesús Holguín; los famosos tamales de Olga Román, de la vereda Chaguany. Aleida Ríos, de la vereda Tacamocho, elabora unos chorizos de no perderse y la mejor mazamorra pilada es de Jhonatan Rúa, cocida cerca al sector de San Vicente. Aliados como la fundación Éxito y la Universidad de Antioquia les aportan conocimiento y los apoyan en la alimentación de los habitantes. Empresas como Peña Bonita y Naranjales del Cauca generan empleo y trasforman el fruto en mermeladas, jugos y vino de naranja y el follaje en ensilaje, para beneficio del municipio.

Me encantó Tarso, del que poco había escuchado. Soy testigo del importante trabajo que realizan en beneficio de ellos mismos y las próximas generaciones. Vi que dieron el primer paso para mejorar las prácticas alimenticias de sus habitantes, están preocupados porque sus niños no sufran desnutrición y con programas de formación académica, será muy pronto un municipio modelo para el resto de poblaciones colombianas.

Yo que usted amigo lector, programaría un fin de semana a Tarso, pediría un paseo por el municipio, compraría frutas y verduras limpias y regresaría a Medellín, feliz de saber que la soberanía alimentaria cada día se arraiga más en nuestra Antioquia.

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