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PARIA ENTRE LOS PARIAS“ Rustin”, de George C. Wolfe

20 de noviembre de 2023
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Una de las más bellas tareas del activismo cuando se hace bien, es inspirar a nuevas personas para que se unan a la causa contándoles las gestas de quienes los precedieron, buscando ejemplos poco iluminados por los reflectores de la Historia para darles por unos minutos la atención que se merecen. Ya lo había hecho George C. Wolfe en otra buena película que también dirigió para Netflix, “La madre del blues”, donde contaba la historia de Ma Rainey, una cantante pionera en exigir condiciones de trabajo que muchos no estaban dispuestos a darle por su color de piel. Allí ya se destacaba por su buen hacer Colman Domingo, el actor que en “Rustin”, estrenada el viernes en Netflix, nos ofrece una extraordinaria actuación que suena muchísimo para ser nominada al Óscar, encarnando a Bayard Rustin, otro personaje desconocido para la mayoría del público pero esencial en la concepción de uno de los hitos de la lucha de la comunidad afroamericana de Estados Unidos por sus derechos: la gran marcha a Washington de 1963.

“Rustin” podría haber sido una película mucho más simple y hagiográfica. La tarea de reunir a 250.000 personas frente al monumento a Lincoln hace 60 años, en una protesta pacífica que no cayera en el clima de violencia racial que dominaba a Estados Unidos, ya habría sido una gesta titánica digna de conocer y admirar por sí sola. Pero por fortuna para nosotros los espectadores, otro artista activista, Dustin Lance Black, que ganó el Óscar en 2009 por el guion de “Milk”, participa en la escritura de esta historia y junto con Julian Breece logra reflejar la complejidad y los problemas que implicó para Rustin su doble condición de paria: pertenecer a una comunidad excluida, la de los negros, y dentro de ella ser rechazado por aquellos que no aceptaban sus preferencias sexuales.

De esta manera y con la ayuda de un elenco que está perfecto en sus pequeñas intervenciones y que triunfa en mostrar el compromiso y la pasión que era capaz de inspirar Rustin (algo que hay que anotarle a la mejor directora de casting del cine gringo, la brillante Avy Kaufman), el guion consigue mostrar lo que uno apenas sospecha: que no bastan solo las buenas intenciones para que una causa justa triunfe. Que hasta las empresas humanas más admirables y enormes sólo se consiguen batallando con los pequeños egos individuales, negociando con las ambiciones y los sueños de cada quién y, por supuesto, cediendo y rindiéndose en peleas que no vale la pena dar.

Domingo construye una actuación llena de matices y muestra varias facetas de su personaje: la intimidad con sus amantes, la firmeza frente al abuso y la ingratitud, la importancia de la música y la alegría en su vida. Podría decirse que esa alegría es el tono general de la película, que la hace destacarse frente a tantas otras reconstrucciones históricas donde domina la solemnidad. Y esa alegría será la que probablemente hará que muchos nos grabemos aquel nombre: Bayard Rustin. Punto para el tipo de activismo que necesitamos.

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