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NO SOLO DE PAN: La sociedad de la nieve, de Juan Antonio Bayona

18 de diciembre de 2023
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En una escena cercana al final de “La sociedad de la nieve” el narrador de la película le habla a “ustedes” y aunque se refiere a los 16 sobrevivientes de la tragedia que se cuenta, aquel recordado caso de un equipo aficionado de rugby cuyo avión se estrelló en la cordillera de los Andes en octubre de 1972, en un vuelo que iba de Uruguay a Chile, en realidad nos está hablando a nosotros, los espectadores. Porque en ese momento sus palabras reflexionan acerca de la razón por la que todo ocurrió, por la que algunos murieron. Y para ese punto de la extraordinaria narración que compone Juan Antonio Bayona queda claro que esta hazaña tenía que volver a ser contada pues hay ciertas historias que nos tenemos que narrar una y otra vez, como las que repiten cada año los abuelos en Navidad: porque son la esencia de su vida, la sabiduría que quieren legarnos.

Bayona incorpora todo el oficio aprendido en una carrera de casi 25 años y que no por casualidad tiene su otro punto destacado en el registro de otra historia de supervivencia: “Lo imposible”, de 2012. Tal vez por el sentido de trascendencia y la fidelidad casi obligatoria que impone contar historias reales de esta magnitud, el director español se inscribe con este trabajo en ese reducido grupo de realizadores en cuya obra cada plano tiene una razón de ser que a veces va más allá de la imagen. Por eso vemos a los muchachos jugando un partido antes de emprender el viaje, no sólo para percibir su dinámica como equipo o para entender por qué le tenían tanto respeto a lo que pensara su “capitán”, sino para que comprendamos por qué algunos eran más aptos que otros para ciertas misiones que se dieron cuando conformaron aquella pequeña sociedad de supervivencia. Como la mayoría nos acercamos a la película sabiendo lo que va a pasar y lo que tuvieron que hacer ante la escasez de comida, el momento de la misa que escoge Bayona para mostrarnos que varios de los muchachos eran católicos y lo que eso pesó a la hora de tomar decisiones posteriores, es aquel en que el cura dice “no sólo de pan vive el hombre”, que además alcanzamos a entender únicamente los que hablamos español. No es chiste ni es ironía. Es la muestra del profundo humanismo que permea la película. Sin ceder nunca en la tensión constante ni en la intensidad dramática, a la que ayuda muchísimo la esmerada partitura de Michael Giacchino, el guión se cuida del amarillismo y se preocupa sobre todo porque percibamos la solidaridad a toda prueba que guió la convivencia de estos jóvenes.

En otra escena, Arturo, uno de los heridos, tiene un diálogo sobre Dios en el que todo ese humanismo que mencionamos queda plasmado. En su voz el guión nos dice que no hay dios más poderoso que las acciones humanas: las manos que cuidan, las voces que alientan, los brazos que ayudan a otros a levantarse. En un momento en que nuestras sociedades parecen dedicadas a dividirnos y pelear, en buena hora llega “La sociedad de la nieve” a recordarnos que alimentamos nuestra vida con la experiencia de otros. Y sin ella seríamos como un avión que no llega nunca a su destino.

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