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Cuando el gran valor de una película es una escena de conversación y no una toma de fluidez y belleza extremas o una secuencia de acción o un beso apasionado, sabemos que estamos ante una película de ideas más que de sentimientos o de emociones. Y entonces, la principal tarea que tenemos como espectadores, más que desentrañar la trama, es intentar acercarnos a ese pensamiento que tanto el escritor como el director (sobre todo cuando es un autor que está más allá del bien y del mal) desean presentarnos.
La escena a la que nos referimos se da casi al final de Juror #2, película estrenada en Colombia directamente en la plataforma Max, sin pasar por salas, a pesar de que está firmada por uno de los grandes directores del cine estadounidense: Clint Eastwood. La causa del aparente descuido puede ser porque a los distribuidores o a los exhibidores les parece que nada tiene que decirles a las audiencias que les interesan, los adolescentes y jóvenes, un señor que hace unos meses cumplió 94 años. Quién sabe. Los prejuicios con la edad de las personas rondan por todas partes.
En la escena vemos sentados en la banca de una plaza a la fiscal del caso que se acaba de resolver frente a nosotros, Faith Killebrew, conversando, pero sin mirarse a los ojos casi, con Justin Kemp, uno de los integrantes del jurado que resolvió condenar al tipo que acusaba la fiscal. Los dos personajes están interpretados por excelentes actores y el diálogo lo agradece. Toni Collette es capaz de expresar con mínimos gestos el cansancio por una elección en la que acaba de triunfar y al mismo tiempo la certeza terrible, que pesa sobre su espíritu, de que no siempre va a poder hacer el bien en su trabajo y que a veces va a condenar inocentes que parecían culpables. Nicholas Hoult, en un punto admirable de su carrera actoral en el que todo le sale bien, logra transmitir la angustia y el desamparo de un hombre que intenta darse esperanza, y convencer a su compañera de banca de que no se hace ninguna diferencia cuando se cumplen a rajatabla las normas sin sopesar las circunstancias. Por los nombres de los personajes, podríamos estar viendo una charla entre la fe en las leyes y la justicia de los hombres.
Aunque la película podría estar mencionando al sistema legal estadounidense y señalando lo que funciona bien o no con sus reglas, da la sensación de que una persona como Eastwood a esta altura del partido está más interesada en hablar de la vida, de la humanidad. Y tal vez lo que quiera decirnos, en estos tiempos en que nadie es capaz de decir “me equivoqué, ya corrijo”, ni de hablar sin generalizar, es que eso de creer en verdades absolutas es una pérdida de tiempo. Porque al final todos somos la excepción a alguna regla y nadie se comporta como dicen los manuales. Para qué decir “sin dudas” y luego manifestar una creencia, si son las dudas las que nos salvan. Si la balanza de la justicia lo que busca en realidad es el equilibrio. Ustedes deciden, dice Eastwood, cuando la puerta se abre y las luces se encienden.