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Samuel Castro
Samuel Castro
Miembro de la Online Film Critics Society
Twitter: @samuelescritor
La tienen más difícil Agniezka Holland y las realizadoras que también hicieron trabajo de dirección, Kamila Tarabura y Katarzyna Warzecha, para conmover al posible público latinoamericano de “Frontera verde”, a pesar de las buenas maneras que demuestran en esta película ganadora de la Espiga de Oro en la Semana Internacional de Cine de Valladolid. Porque mientras las audiencias de las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos probablemente vean lo que narra la cinta como un descubrimiento, como algo que no sabían (o no querían saber) para nosotros las penurias que pasan los migrantes en búsqueda de un destino mejor hacen parte de la conversación cotidiana, pues muchas veces esos migrantes son conocidos, cuando no nuestros amigos y familiares.
De todas maneras, el guion logra abarcar suficientes dimensiones del fenómeno que se dio en 2021, como para brindarnos esa sensación de “ver la verdad” que ayuda tanto a la hora de narrar hechos cubiertos por los noticieros hace muy poco. En este caso, las consecuencias del “regalo envenenado” que Aleksandr Lukashenko, presidente de Bielorrusia, hizo a los refugiados de los conflictos en Afganistán, el Congo, Iraq, Yemen y Siria, instándolos para que a través de su territorio pudieran llegar a la Unión Europea cruzando la frontera con Polonia. Regalo envenenado porque en realidad lo que buscaba era socavar la solidez y la imagen de la Unión al mostrar su reticencia frente a esa población desamparada.
Si narrar en cine significa tomar una posición desde los mismos hechos que se cuentan, al guion que firma Holland junto con Maciej Pisuk y Gabriela Lazarkiewicz se le puede acusar de muchas cosas (no tener personajes con los que podamos comprometernos, divagar en situaciones muy pequeñas, irse por caminos obvios) menos de no ser crítica con todos. El padre de la familia que huye de Siria duda, antipático y desconfiado, en ayudarle a su vecina de silla de avión que huye de Afganistán. El guardia de frontera polaco sufre de ataques de pánico porque no tiene el valor de negarse a las medidas crueles que ordenan sus superiores. Una de las jóvenes activistas es ultra egoísta, molesta y desobediente. Es como si Holland quisiera recordarnos que la verdadera grandeza está en defender los derechos de los imperfectos. Defender a un santo carece de méritos.
Hay varias decisiones estéticas y narrativas cuestionables en “Frontera verde”, como usar un blanco y negro que ubica a los espectadores en un pasado lejano y que le añade poesía a la crueldad. Pero hay una que es tan simple como bella: juntar a adolescentes, tanto de los refugiados como de aquellos territorios que los reciben, alrededor del arte que comparten, permitiendo la conversación. Tal vez esa idea, lúcida y sencilla, confiar en que la próxima generación encontrará las conexiones justas, fuera la respuesta a aquella vecina que le reclama realismo a uno de los personajes, con el título de este texto.
Calificación:
GLOBAL: TRES ESTRELLAS Y MEDIA
Fotografía: 8/10
Música: 6/10
Actuación: 8/10
Guion: 6/10
Dirección: 7/10
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