Pico y Placa Medellín
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Soy un fanático visceral de The Beatles, y quiero compartir una experiencia inolvidable. Tuve la suerte de ser escogido entre miles de fanáticos para estar unos minutos con Ringo Starr antes de su concierto en el Radio City Music Hall, en Nueva York.
Ahora, de regreso en Colombia, recuerdo ese día con nostalgia. Pasé solo unas horas en Nueva York, una ciudad que no se puede visitar en un solo día si no tienes privilegios. Desde la noche anterior, me preparé para el viaje: un vuelo desde Medellín que duró seis horas. No dormí ni un segundo; el vuelo fue agitado y mi asiento no reclinó. Al llegar, mi espalda estaba agotada.
Después de pasar por migración, tomé un air train de 8 dólares y un metro que me llevó al corazón de Manhattan. Eran las cinco de la mañana cuando comencé a caminar, reconociendo lugares que siempre había visto en películas. Mi primera parada fue el Radio City Music Hall, un lugar icónico que ha recibido a artistas como David Bowie y Frank Sinatra. Mi corazón dio un salto al ver las letras en neón, aún apagadas. En pocas horas, estaría frente a Ringo Starr y podría estrechar su mano.
Mientras esperaba el encuentro, decidí explorar la ciudad. Recorrí Broadway, Rockefeller Center, Little Italy, Chinatown, Central Park y Times Square. Sin embargo, mi mente estaba enfocada en el concierto. Tarareaba en mi cabeza las canciones que esa noche escucharía. De repente, mi celular comenzó a vibrar con una noticia inesperada.
“Ringo Starr ha cancelado las fechas restantes de su gira por Estados Unidos tras dar positivo por Covid-19...” En minutos, esa noticia se volvió tendencia. Llamadas de amigos y familiares inundaron mi teléfono. Corrí al teatro y encontré un afiche que decía: “JUST ANNOUNCED: Ringo Starr and His All Starr Band will perform at Radio City today!” Pero junto a su foto, un “cancelled” en letras rojas arruinó mis ilusiones.
Me sentí vacío, solo en Nueva York, con un concierto cancelado y el ánimo por el suelo. Lloré, grité y maldije a The Beatles y a todas sus canciones. Caminé sin rumbo, sintiendo que estaba perdido en una ciudad que apenas comenzaba a conocer. Ignoré las melodías de The Beatles que resonaban en mi mente, llenándome de rabia.
De repente, me crucé con una multitud de turistas fotografiando un edificio. Uno de ellos tenía un parlante con la música de The Beatles a alto volumen. “Something in the way she moves...” resonaba en el aire, y la rabia contenida me hizo pensar que estaba loco. Me acerqué a la multitud y pregunté qué estaba pasando. “Esta era la casa de Lennon, aquí lo mataron”, me respondió uno de ellos mientras transmitía en redes sociales.
Sin planearlo, estaba en el Edificio Dakota, deshaciendo los pasos de mi ídolo, John Lennon. En ese momento, gritaron desde el interior: “¡Entren, entren!”. Corrí junto a los demás y, en minutos, me vi en el apartamento 72, donde Lennon vivió con Yoko Ono.
Recorrí el lugar, tocando las paredes y sintiendo una conexión intensa. Imaginé la vida de la pareja, observé los techos, cada baldosa. Estaba extasiado, viviendo el sueño de un fan. Lloré al salir del lobby, recordando aquel fatídico 8 de diciembre de 1980, cuando Mark Chapman le disparó. Varias personas, ahora amigos, compartieron su tristeza y admiración por Lennon.
Al salir, un grupo de turistas me invitó a seguir hacia el círculo de Imagine en Central Park, el homenaje a Lennon. Al llegar, la atmósfera era mágica; sonaban sus canciones y un grupo de fanáticos entonaba “Imagine”. Un abuelo de cabello blanco propuso que todos imagináramos un mundo ideal. Pensé en lo que había querido hacer ese día: estar con Ringo.
Un joven a mi lado susurró a su padre: “¿Te imaginas un mundo con John Lennon vivo?”. En ese momento, comprendí que ese sería un mejor mundo, o al menos uno más feliz. Lennon sigue entre nosotros, más vivo que nunca, lo comprobé ese día que viví al máximo, al lado de su música.