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Sin capa, pero con más fuerza que ningún otro, John Jairo Sayas Díaz, este superhéroe nacional bailado y olvidado, se convirtió en un Sayayín sonoro que enseñó de movimiento de piernas, brazos y cabeza a todo el que lo necesitara.
Ahora poco o nada se habla de él, lo que confirma que la verdadera muerte sí es el olvido, el olvido que todos seremos, y él ha sido sumergido en el más perverso de ellos. Sin embargo, John Jairo Sayas Díaz, es y será eterno por ser uno de esos temerarios musicos que pusieron a bailar sin control al continente entero: desde Cartagena hasta el fin del mundo, en Ushuaia, Argentina.
El Sayas muy joven, luego de completar sus estudios básicos de bachillerato en Cartagena, retó a la vida, a la suerte, a su familia y a los que no creían que se podía. Quería demostrarles que él sería capaz de vivir del baile, de la fiesta, de los picó retumbadores y de la música. Así que se dedicó a cantar donde lo invitaran, en la calle, en las casetas, en las discotecas, en las casas y fue como bailando y cantando puso de moda la champeta urbana en Colombia y el mundo.
Y desde ese sueño utópico, juvenil y barrial, El Sayayín logró catapultar su voz en canciones inolvidables que ahora hacen parte de un imaginario rumbero, bailarín y callejero que ha trascendido el tiempo, las fronteras y hasta su misma muerte. ¿Quién no recuerda canciones como La suegra voladora, Paola, La píldora, Los tombos, El extracto del mango, La mujer del policía, La llamada, entre muchas otras? Sonaron en las emisoras, en las fiestas y hasta en canales de televisión musicales como MTV y HTV, como retando a la industria musical, sin ayudas y sin dinero, pues esas canciones salieron de su sentimiento por bailar con los pies y brazos mientras frente a sus ojos miles de personas rumbeaban con el ritmo que su tierra le enseñó.
Y es que sin siquiera saberlo, este superhéroe motivó a muchos otros artistas caribeños a brillar con ese sabor propio que da el Caribe Colombiano, alejado del vallenato y de los ritmos folclóricos tropicales. También a nosotros nos enseñó muchas cosas, entre ellas el ritual de los bailes de garaje, tapando la luz con bolsas plásticas, esos bailes donde los partícipes esperaban ansiosos en sillas rimax a que sonara la canción ideal para sacar a bailar a su pareja.
La champeta es un ritmo de todos, decía en repetidas ocasiones El Sayayín, y logró que así fuera. Sus temas rompieron con las barreras absurdas de estratos sociales e incluso de edades.
Y como todos los finales no son como uno los espera, El Sayayín murió luego de pasar 19 días en cuidados intensivos por una bala que recibió en una pelea, su cuerpo no resistió.
Por eso, luego de su muerte, no lo olvidamos, lo queremos tener siempre presente, pues si muchos tuvieron para sus fiestas y bailes un General a quién aplaudir y seguir, nosotros tuvimos un Sayayín al que debemos recordar con cariño.