Pico y Placa Medellín
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Periodista y editor de textos
He notado que hemos perdido la costumbre de desear unas felices Pascuas. Yo sí quiero desearles unas felices Pascuas, sean creyentes o no. Pascua es una palabra patrimonial, es decir, latina, directamente latina, pero más atrás viene de una palabra hebrea, cómo no, que significa ‘lugar de pastos’, por cuanto se refiere a la terminación del ayuno. Después del ayuno comemos en buenos pastos.
Esta remembranza me hizo pensar en tantas palabras y expresiones que han ido cayendo en el hueco del desuso, aquellas que las nuevas generaciones poco o nada usan, o que, de entrada, ni siquiera conocen. Y no será este un lamento, porque el idioma, como realidad humana, como gran manifestación de la cultura y la inventiva del Homo sapiens, cambia, y nunca dejará de cambiar. Si hace 1500 años los habitantes de Hispania hubieran defendido un latín “correcto”, la lengua española no existiría. ¿Qué tal que hubieran prohibido el romance/latín vulgar, que luego sería el opuesto del latín latín?
Se me han ocurrido varias. Ustedes recordarán más. ¿Cuáles recuerdan? Escríbanmelas al correo que pongo siempre arriba, y nos entretenemos. Pensé en zumbambico. “Este zumbambico”, decían las abuelas de mi generación noventera cuando se enojaban, para no decirle a uno “este pendejo”, o alguna plenamente soez. Un garetas, el patitorcido, el que tiene las rodillas juntas y hacia adentro. La moga, que competía con la coca, la comida empacada desde la casa que llevábamos a la escuela, al colegio, a la universidad o al trabajo. A mí me tocó en coca plástica, pero supongo que a varios de ustedes, que algunos años de ventaja me llevan, no pocos años, se la empacaban en hojas de plátano o de biao, o bijao, como dicen otros. Yo nunca he podido saber si la hoja de plátano y la de biao son la misma cosa.
Pensé también en expresiones tan bellas como “Mi Dios le pague y le dé el cielo”, decía alguno, y el otro respondía “Amén por las benditas ánimas del purgatorio”. Fuera del contenido religioso, son expresiones más profundas, más corazonadas que gracias y de nada. Una que se me hace especialmente curiosa, porque me pregunto cuál fue la primera Lola que lolió en un supermercado, que fue a mirar y a preguntar precios y al final no compró nada. Lola Miranda.
Y mi bisabuela, Teresita, una vieja muy callada que tenía un cabello entrecano muy largo y medio ondulado, decía “Corazón de Jesús, prestame un palo” cuando necesitaba invocar resignación ante las cuitas de la vida.