Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
diego
londoño
@Elfanfatal
Siempre me sucede lo mismo. Cuando me voy acercando al lugar donde se realiza el Festival Altavoz, hay una emoción en mi cuerpo que no logro describir. El bombo y el bajo me pegan en el pecho, mi caminar se acelera, ya veo largas filas de rockeros y en esas filas me encuentro con amigos que no veo hace años, y ahí nos abrazamos y nos decimos emocionados qué queremos ver, y de nuevo nos abrazamos y sigo caminando hacia el festival, y luego los abrazos son con los músicos. Entrar al festival es otro momento emotivo. Ver ese escenario gigante, la alegría de la gente, los ojos saltones, las camisetas de las bandas, las botas, las crestas, los pelos largos. El rasta, el punky, el metalero, el rockero, el jovencito, el señor con canas, la señora con su hijo. Todos, ellos, nosotros, yo, listos para vivir un fin de semana de sonido, de encuentro con la música y con ese alimento que nos renueva el espíritu.
Llevo 20 años yendo a Altavoz. Desde ese primer encuentro en la Plaza de Toros la Macarena el 11 de diciembre de 2004, cuando era un adolescente con la voz quebrada al que le gustaba callejear en patineta todo el día. Ingresé tímido, respaldado por el combo que venía a mi paso. Al cruzar la puerta gigante, encontré una mole repleta de gente que retumbaba con el sonido.
En escena, Frankie Ha Muerto con pinturas en el rostro y bolsas negras de basura usadas como atuendo por todos los integrantes. Luego siguió Nepentes con su rabia escénica. El pogo levantaba una nube de arena que se mezclaba con las crestas, los taches, el olor a sudor y marihuana, los parches, el ruido y la felicidad de escuchar un sonido que hacía mover la cabeza y los pies sin decisión alguna.
Más arena y un sonido rápido y estridente llegaba a la plaza. La leyenda del punk en Colombia pisó las tablas, la gente enloqueció. “Sin pensar, sin pensar este mundo va a acabar, sin pensar... quiero gritar” Los puños en alto demostraron la grandeza de I.R.A. El pogo creció, más arena se levantó y desde las altas graderías empecé a ver punkys saltar, volar hasta la arena de la muerte. Me vi seducido, pero mi consistencia flacucha y mi atrevimiento adolescente no alcanzaron para arriesgarme. Las cortas canciones pasaban aún más rápido, el pogo estaba tremendo, y yo estaba feliz. Sonó Mente Política, de mis canciones preferidas.
Quise atreverme, me llené por fin de fuerza, valentía y salté... volé, con el punk de fondo como banda sonora. Al caer sentí mucho dolor, mientras pensaba en qué podía haberme pasado. Me cogieron bruscamente por la camisa, dos policías me arrastraban mientras algunos punks por su parte ejercían fuerza para llevarme al centro del pogo, pero no pudieron.
Ahora estaba en la calle, escuchando el final del concierto de I.R.A, poseído por el dolor en mi pierna.
Logré entrar de nuevo gracias a mis súplicas. Ingresé cojeando y pude disfrutar de los demás grupos; Coffee Makers, Nadie, Superlitio, Andrea Echeverri y Kinky. Al llegar a casa mi pierna no era la misma, subluxación de rodilla según el dictamen médico. Pero mi vida había cambiado, no solo por mi rodilla, sino por mis gustos, por mi visión de la ciudad y de la importancia de la música y del rock en ella.
Ese concierto hasta ahora desconocido, que había culminado hace algunas horas, ayudó en ese cometido, aún no sabía su nombre ni de dónde había salido, pero recuerdo que al salir por la puerta grande de la plaza, desprevenidamente pude ver un pendón que decía ¡ALTAVOZ!
Hoy, 20 años después, estoy frente a un computador, recordando el inicio de este festival que me emociona y al que este finde le celebraremos una nueva edición. Bienvenido Altavoz, te abrazamos como siempre.