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Felices, mientras siga el show

Es muy decepcionante reconocer que la mayoría de la gente goza con las denuncias sobre picardía, delincuencia y corrupción.

14 de agosto de 2023
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  • Felices, mientras siga el show

Por Juan José García Posada - juanjogp@une.net.co

Reapareció mi dilecto amigo y tertuliano Juan de la Ermita, con una rebaja notoria de su celebrado sentido del humor de hace años y una actitud tan pesimista que me dejó desconcertado. Otro que se pasa al bando de los profetas de desastres. De la conversación con el lector gomoso de literatura española y autor de crónicas y comentarios, glosas y apostillas muy originales, que escribía para el Suplemento Dominical, alcancé a grabar conceptos breves que puedo no compartir pero de los que prefiero dejar constancia reveladora del estado de ánimo que prevalece en las encuestas.

Don Juan aclaró que sus puntos de vista podrían ser equivocados, sobre todo cuando dice una hipótesis sobre el porqué de la afición de tanta gente a disfrutar las malas noticias, los relatos escandalosos y la versión desmesurada de los hechos que portan el descrédito y la presunta caída en desgracia de personajes más sobresalientes por sus fechorías que por sus acciones encomiables. Subraya que en este país nadie se desprestigia lo suficiente y que todo aquel que se estrella contra el pavimento rebota y se impulsa hacia muy arriba donde se instala en la galería de los próceres.

¿Qué pensás que va a pasar con toda esa catarata de escándalos y desatinos presidenciales? ¿Cómo hace para sostenerse un mandatario tan caído en un solo año, tanto que ni sus propios adherentes lo miran con afecto y más bien le expresan un temor reverencial porque temen que les salpiquen los persistentes hallazgos y denuncias? “Yo pienso (respondió Juan) que no va a pasar nada, que todo seguirá igual o peor. Aquí rige, se ejecuta y se cumple al pie de la letra la ley del gatopardismo, o del lampedusismo, expuesta por Lampedusa. La reformitis alucinante demuestra tal principio: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

¿Pero qué le encontrás a esa adicción general a los escándalos? Don Juan me dijo: “Es muy decepcionante reconocer que la mayoría de la gente goza con las denuncias sobre picardía, delincuencia y corrupción. El éxito de no se cuántos periodistas con la propagación morbosa de ese tipo de noticias está respaldado en el impacto que producen en amplias audiencias, que disfrutan con los fracasos, los disparates, las torceduras en la política y la administración pública, el sabor picante de los chismes y las peleas familiares, en fin, ese sancocho de protervidades vergonzosas pero entretenidísimas”.

¿Y todo eso por qué? Porque la relajación cunde, la atonía moral, la falta de ética, la vagamundería, el desprecio a los valores, la porfía en la maldad, en esta época de relativismo axiológico, favorecen e impulsan la pasión desenfrenada por lo escandaloso. Mucha gente vive feliz, contenta, mientras no falte ese alimento. Jartísimos serán los días y las horas cuando los que mandan y figuran en el firmamento noticioso sean todos señores de un magnífico imperio de la verdad y la bondad y la rectitud de intención.

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