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De las casi 20.000 fotos, borré unas 15.000, las demás las salvé con la ilusión de volver sobre ellas en algún momento, las probabilidades son pocas, soy sincero.
Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com
En la casa de mis padres había pocos álbumes, pero los pocos que había (que hay) eran vistos con cierta frecuencia. Un plan, cuando nos visitaba alguien era ver los álbumes, siempre es lindo mirar el pasado, recordar un momento, identificar a alguien, contar historias partiendo de las imágenes. Cuando alguna chica empezaba a ir con cierta frecuencia a casa, y se ganaba la confianza de mi madre, llegaba el día en que sacaba ese libro argollado azul pastel y le mostraba mis fotos de bebé, de infancia, de adolescente...
Mi madre fue siempre muy juiciosa llevando los rollos a revelar, luego organizaba los álbumes con un esmero especial: los de cada uno, los familiares, los paseos, en fin. Hasta que llegaron las cámaras digitales y la forma de recordar cambió, eran tantas las fotos que se hacían en todo momento, que ya no había ni tiempo ni dinero para almacenar los instantes.
En estos tiempos, donde todos andamos con una cámara en el bolsillo, y ya no existe el dilema del rollo de 12, 24 o 32 fotos, ¿quién vuelve sobre las muchas fotos que pueden hacerse a diario? La verdad, yo lo hago muy poco, y eso lo descubrí esta semana cuando, organizando archivos de mi computador para liberar espacio, me topé con casi 20.000 fotos que estaban en el olvido, y eso que apenas eran de los últimos cinco años. Y eso que yo no le tomo fotos a todo.
El valor de una fotografía es el de perpetuar un instante, extender la memoria, se supone, pero a veces todo es tan excesivo que ya no hay casi espacio para que miremos algo sin la mediación de una cámara. Me acuerdo de que cuando fui a ver ballenas al Pacífico decidí no tomar ninguna fotografía, ese momento quedaría retratado solo con lo que vieran mis ojos y con lo que sintiera, si quería una foto perfecta de una ballena, internet está llena de ellas. Que queramos interponer todo con una foto me parece absurdo. Ver tantas imágenes da pereza, a mí me pasa, más cuando hay tantas de lo mismo, con leves movimientos, uno que otro ángulo. De las casi 20.000 fotos, borré unas 15.000, las demás las salvé con la ilusión de volver sobre ellas en algún momento, las probabilidades son pocas, soy sincero. Una foto guardada en ese cuarto sumamente oscuro de la tecnología es una muerte a la cual casi nunca se le llevarán flores.
En cambio, cada tanto, voy a visitar los álbumes de mi madre y me abren un camino precioso a la nostalgia. Esas pocas fotos, que no da pereza verlas, que se pasan con cariño especial, me dicen lo que tienen que decirme sobre el pasado, sobre los años que se notan, sobre lo felices que fuimos. ¿Qué importancia tiene una foto en nuestras vidas en estos tiempos? ¿Para qué tantas? ¿Con cuál foto se quedarían si solo pudieran salvar una en una situación extrema?