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A partir de la llamada teoría de la imbecilidad o de la estupidez, del profesor Dietrich Bonhoeffer, el discurso se renueva para hacer referencia a la llamada “estupicracia”, gobierno construido sobre la teoría de la estupidez.
Por Luis Fernando Álvarez Jaramillo - lfalvarezj@gmail.com
Los clásicos tuvieron especial interés en desentrañar el verdadero sentido de la participación ciudadana, como eje central del concepto de democracia, incluso hablan de formas puras y formas derivadas, de modelos adecuados y modelos desfigurados. Este tratamiento conceptual ha llevado a diferentes denominaciones del modelo democrático, situación que se observa con claridad desde obras clásicas como la de Aristóteles.
A partir de los grandes tratadistas griegos y romanos de la antigüedad, se identifica la democracia como aquella forma de gobierno caracterizada por la participación del pueblo en las decisiones de poder. Asimismo, se construyó la diferencia entre democracia participativa y democracia representativa, la primera se caracteriza por la consagración de instituciones y procedimientos para hacer posible la intervención directa de los ciudadanos en las decisiones de política, como el plebiscito, el referendo, la consulta. La democracia representativa, en cambio, se identifica por la instauración de mecanismos que hacen posible la designación por parte del electorado, de personas que los representen en los órganos de poder, es decir, en el gobierno, en el legislativo y en algunos casos, en los altos cuerpos de la justicia.
Pero también la doctrina construye e identifica, ciertas expresiones particulares para hacer referencia a distintas derivaciones de la democracia, teniendo en cuenta los elementos determinantes y preferidos para que un determinado modelo funcione y sea considerado como el verdadero. Así, se habla de aristocracia, para identificar el sistema de gobierno que se caracteriza por su conformación con individuos que hacen parte de un linaje social o de sangre exclusivo y excluyente; la tecnocracia, para identificar el gobierno que se desarrolla mediante la participación directa de los individuos con un mayor nivel de preparación científica y tecnológica, quienes, además, evalúan las necesidades ciudadanas a partir de su formación intelectual.
Pero también se presentan otras opciones o denominaciones, que se construyen y presentan como modelos degenerados o ideologizados, que desvirtúan el sentido original y universal de la democracia. En este orden de ideas, se habla de democracia populista, para identificar aquel gobierno que supuestamente da respuesta a todas las necesidades ciudadanas, democracia demagógica, es el gobierno que se sustenta en una serie de promesas, a sabiendas que no las cumple, ni las puede cumplir. También se dice que Polibio identificó la oclocracia, para referirse al gobierno conformado y apoyado por la plebe, por la turba, por la masa.
A partir de la llamada teoría de la imbecilidad o de la estupidez, del profesor Dietrich Bonhoeffer, el discurso se renueva para hacer referencia a la llamada “estupicracia”, gobierno construido sobre la teoría de la estupidez, que considera que las decisiones de poder deben ser adoptadas acudiendo a mecanismos de participación ciudadana, para aprovechar la situación general de ignorancia política de una importante masa ciudadana, que se deja subyugar por un líder que, aunque también es estúpido, tiene la capacidad de arrastrar y buscar apoyo en esa masa estúpida que está dispuesta a seguirlo con fanatismo, sin saber ni porque ni para qué.