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La Cónyuge

Lo que la Cónyuge no sabe es que la justicia tarda, pero llega. Que el agua borró los rastros de su poder en Medellín y que lo que parecía eterno se desmorona gota a gota.

21 de marzo de 2025
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  • La Cónyuge

Por Sofía Gil Sánchez - @ladelascolumnas

Tendrá que acostumbrarse a las visitas conyugales. Ya se imagina entrando con gafas oscuras, con la misma firmeza de siempre, sonriendo para la foto pretendiendo ser la dueña del patio. Ella no es de las que se preocupan. Ella planifica, calcula, mueve las piezas con precisión. Un problema aquí, una llave abierta con riesgo de inundar allá, pero el juego sigue. Esto no era solo una administración, era una construcción a largo plazo.

La ciudad le pertenecía. Y actuó en consecuencia. No era solo gobernar, era amarrar cada contrato con su gente, desaparecer el presupuesto y controlar cada narración. Un modelo pensado para durar más allá de cuatro años... una estructura que seguiría operando aún sin ellos al frente. Y así iba a ser, hasta que el agua se contaminó.

El asunto de las aguas nunca tuvo un Buen Comienzo. Debía correr limpia, cristalina, sin levantar sospechas. Pero no. Se ensució. Metieron las manos donde no debían, siguieron el cauce, encontraron las desviaciones. Encontraron los documentos, revisaron las firmas, siguieron el rastro de las decisiones. Y ahora vienen con discursos de moralidad, con acusaciones de saqueo, como si el independiente no tuviera derecho a reescribir las reglas cuando le conviene.

El sacrificio del esposo no estaba en los planes inmediatos, pero era un riesgo calculado. A veces es necesario sacrificar una ficha para salvar el tablero. Al final, él solo era el rostro visible. Lo que importa es la estructura. Y esa sigue intacta. En cada contrato, en cada dependencia, en cada puesto asegurado. Lo que se construyó no se desmorona con una imputación. El país sigue lleno de los suyos.

Lo demás es anécdota. Un fiscal que se emociona demasiado, un par de titulares escandalosos, un proceso que puede durar años. Y mientras ellos celebran una victoria momentánea, el plan sigue su curso. El agua puede estar contaminada, pero las llaves siguen en las mismas manos. Ellos no lo entienden, la estructura sigue en pie, el agua fluye aunque esté sucia. Y al final, lo que importa no es lo que pasa en una audiencia, sino quién sigue manejando la historia.

Lo que la Cónyuge no sabe es que la justicia tarda, pero llega. Que el agua borró los rastros de su poder en Medellín y que lo que parecía eterno se desmorona gota a gota. Creyeron que podían hacer de la política un negocio familiar, que el poder les pertenecía... pero el agua turbia se drena.

La impunidad no tiene fecha de vencimiento. Los documentos llenos de discursos presidenciales se transforman en expedientes judiciales y dentro de poco cambiarán la ambición de la Casa de Nariño por una celda. Porque esta vez, el agua no limpiará sus pecados. Los arrastrará con ellos.

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