Un atardecer rojizo, del sol escondiéndose en el horizonte entre el mar, usted en la playa de arena blanca mientras escucha el croar de ranas y a su espalda, en el malecón, mujeres wayúu ofreciendo una selección de sus mejores artesanías en ordenados tendidos. Así podría ser su llegada a Riohacha, desde donde los turistas pueden partir para vivir las experiencias que les aguardan en La Guajira.
Solo entre enero y agosto de este año la llegada de turistas nacionales se incrementó 5% en ese departamento. 168.579 colombianos viajaron a esta región, según el Dane.
Un comportamiento inusual, puesto que otros destinos del país, como San Andrés, la llegada de turistas nacionales se redujo luego de la quiebra de las aerolíneas Viva y Ultra. En La Guajira la conectividad aumentó 7% con relación a 2022. Sin embargo, en ese mismo periodo la llegada de extranjeros se redujo 4%, llegando a 10.021.
El Gobierno Nacional ha insistido en darle un impulso económico a La Guajira, para que deje de depender tanto del carbón que se produce en Cerrejón y perciba ingresos por otras vías, como la generación de energía y el turismo.
De hecho, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo ha invertido durante el último año, a través de Fontur, $7.120 millones en 11 proyectos para facilitar el despegue de este sector en el departamento. Dichos recursos han ido a 11 proyectos de infraestructura, competitividad, promoción turística e inversión territorial.
Según el viceministro de Turismo, Arturo Bravo, “con estas obras buscamos generar un impacto directo en el desarrollo económico, social y cultural de este territorio”.
Todo lo anterior, sumado al interés manifestado en varias oportunidades por el alcalde de Riohacha, José Ramiro Bermúdez, convirtió a la capital guajira en el escenario del IV Congreso Nacional de Turismo Receptivo, realizado por Anato, el gremio de las agencias de viajes. En este evento participaron más de 250 agencias dedicadas a atraer extranjeros a los destinos colombianos.
El Congreso, además, contó con una ronda de negocios en la que más de 20 municipios de La Guajira se exhibieron ante 50 compradores para ser incluidos en sus paquetes turísticos. Esto es parte de lo que se mostró allí.
Avistamiento de aves
En Camarones se disfruta del avistamiento de aves, especialmente los flamencos rosados que vienen migrando, miles de ellos se alimentan en la laguna y ya están tan acostumbrados a la presencia humana que uno puede acercarse en lancha a solo 25 metros.
Allí el turismo es sostenible, las lanchas no tienen motor, sino que son impulsadas por hombres ayudados con largos palos y, si el viento es suficiente, se elevan velas hechas con costales.
Si está de buenas, el guía será un indígena wayúu que le hablará en español sobre la región, las costumbres y acerca de la importancia de la laguna para la seguridad alimentaria: “Nosotros comemos pescado y camarón de la laguna, esta es nuestra fuente principal de proteína”, contó uno de ellos.
Y esa pesca es otro espectáculo que le puede proporcionar el viaje. Los pescadores se meten caminando a la laguna, que en las partes más profundas les llega a la cintura, y con la atarraya sostenida y extendida entre sus manos, como si se tratara de una red de tenis, empieza la faena. Los peces y camarones son arrastrados a pie hasta la orilla.
Esos mismos manjares son cocinados y vendidos al público en las rancherías cercanas, acompañados de canastas de patacón, cebollas, ñame y limón.
La cultura indígena
Desde Rioacha también puede salir a cualquiera de las rancherías y en ellas conocer la cultura indígena sin intermediarios. Graciela, la matrona de Divi-Divi, acepta cualquier pregunta sobre sus costumbres, explica los ritos, la relación con la tierra, el funcionamiento del matriarcado, los bailes, las artesanías, los telares...
Incluso en la ranchería podría comprar las mochilas desde $60.000. Sí, las mismas que en Medellín encuentra por más de $300.000. También tienen a disposición de los compradores manillas y mantas. En la ranchería se degusta el chivo y el chirrinchi, el licor producido por ellos mismos.
Y todo junto
El turismo en Dibulla, que abarca desde las playas en Palomino hasta la Sierra Nevada, pasando por todos los pisos térmicos, está promovido por fundaciones locales que le han sacado el jugo a los saberes ancestrales y a la magestuosidad del territorio.
“Cuando un turista llega lo llevamos a las faldas de la Sierra Nevada, a que aprenda a sembrar un palo de coco o de mango. Le ensañamos cuál es el patrimonio cultural relacionado con esas experiencias. Almorzamos con una cocinera tradicional que le muestra como toda su familia ha cocinado y comido pescado de mar y camarones desde hace muchas generaciones. En la punta puede vincularse muy fuertemente con la música vallenata que hay en nuestro territorio. También pueden aprender a tejer y a lanzar la atarraya. Con los campesinos hay una experiencia con el uso de las frutas y las plantas medicinales. También tenemos experiencias con las artesanas que nos enseñan sobre las fibras naturales, como las tejen, las procesan y las tiñen. Y tenemos un grupo de tambora y danza folclórica. Mejor dicho hay programa hasta para 5 días”, contó Estefanía Rivera, en representación de Herencia Travel de Dibulla.
Todo esto sin contar con las maravillas que lo pueden esperar en Manaure, en el Cabo de la Vela o en Punta Gallinas.
Los grandes retos del sector
La Guajira tiene claro el producto turístico: naturaleza, gastronomía y cultura, tan ancestrales que prácticamente las experiencias estaban ahí sin tener que hacer nada. Pero es evidente que a la región le falta inversión.
Los representantes de las varias agencias con las que habló EL COLOMBIANO aseguraron que no hay buenos hoteles como para atender las exigencias de la mayoría de los turistas extranjeros, a excepción de Waya que queda cerca de Cerrejón, pero lejos de los demás destinos.
Además, hay muchas zonas de La Guajira que no cuentan con agua corriente, mucho menos agua caliente o buenas baterías sanitarias, entre otros mínimos que reclaman los viajeros internacionales.
En la discusión con ellos se volvía al dilema del huevo y la gallina, ¿qué es primero, los turistas o la infraestructura? Algo que nadie sabe responder.
“La falta de infraestructura e inversión es la gran dificultad que tienen muchos de nuestros territorios. Para la Guajira es una gran oportunidad, ojalá que los nuevos mandatarios que lleguen tengan esa misma preocupación entendiendo el ingreso económico que le puede dejar a un destino turístico. Tenemos que trabajar mucho en infraestructura y en seguridad”, dijo Paula Cortés, de Anato.
*Por invitación de Anato.