A pesar de que su apellido es Warscewiczii, no crea que se trata de una criatura extranjera: es más antioqueña que el maíz, que lo hay en toda América Latina, en tanto que ella es originaria de este departamento.
La orquídea Cattleya warscewiczii es una flor que casi todos conocen, aunque no sean aficionados a las plantas. Está diseminada por todo el departamento, especialmente en el “clima cafetero” o templado y fácilmente se aprecia en carreteras.
Pero eso sí, poco falta en las procesiones de Semana Santa. Es protagonista de los adornos de los sepulcros, las iglesias y los monumentos, porque florece precisamente en esta época.
“¿Cómo es que tenemos una orquídea de belleza tan exquisita y no vamos a poder exhibirla?”. Bayron Pineda, cultivador de orquídeas e integrante de la Sociedad Colombiana de Orquideología, dice que se preguntaron los de esta organización, en vista de que esta especie florece entre marzo y abril, pero no en la temporada de mitad de año, cuando realizan la exposición Orquídeas, Pájaros y Flores.
Por eso decidieron que realizarían una muestra para la flor antioqueña, llamada Salón de la Cattleya warscewiczii, que este año llega a la cuarta edición.
Esta planta tiene gran tamaño. Alcanza unos 60 centímetros. En tanto que su flor, entre 25 y 30 centímetros. De numerosas variedades y colores —azul, blanca, alba, cian y, la más común, morada— se caracteriza por unos ojos amarillos en el centro.
“Las vemos con frecuencia en el Suroeste, en Fredonia, Venecia, Ciudad Bolívar en general en toda la subregión cafetera. También en Copacabana, Medellín y Envigado”, explica el cultivador.
Comenta que la gente la siembra en canastas y es frecuente hallarla decorando balcones. También es común que las siembren en tejas de barro, abonadas con boñiga. En su estado natural, se halla en los árboles.
Hay quienes la llaman orquídea San Juan. Fue descubierta en 1849 por el explorador lituano Joseph Warscewiczii, quien la vio en Frontino y Dabeiba. Fue publicada por primera vez por el alemán Henrich Gustav Reichenbach.
Su conservación está amenazada por el auge de las construcciones.
La invitación es a conocer la antioqueña más auténtica, en el Jardín Botánico.