El Rayo Vallecano volvió a tropezar en LaLiga al caer 1-0 frente al Sevilla en el Ramón Sánchez-Pizjuán. La única anotación del encuentro fue obra de Djibril Sow al minuto 27, dejando al equipo madrileño sin capacidad de reacción y profundizando su irregular desempeño en la temporada. Sin embargo, más allá del resultado, la atención se centró en las decisiones tácticas del técnico Iñigo Pérez, quien volvió a dejar en el banco al colombiano James Rodríguez, a pesar de agotar los cinco cambios disponibles.
El contexto inicial parecía justificar la suplencia de James: apenas regresaba de los compromisos internacionales con la Selección Colombia en las Eliminatorias al Mundial 2026. Sin embargo, lo que sorprendió fue que, con el equipo en desventaja desde los primeros compases del partido, Pérez decidió prescindir de un jugador que ha demostrado capacidad para cambiar el rumbo de encuentros con su visión y técnica.
En su lugar, ingresaron al campo Pedro Díaz, Pathé Ciss, Isaac Palazón, Sergio Camello y Adrián Embarba, todos con características distintas a las del colombiano. Aunque estos movimientos buscaron dinamizar el ataque y equilibrar el mediocampo, el equipo continuó sin ideas claras para superar la sólida defensa sevillista. Mientras tanto, James, el mejor jugador de la reciente Copa América según muchos analistas, permaneció sentado en el banco, esperando una oportunidad que nunca llegó.
Las decisiones de Pérez parecen enviar un mensaje claro: la confianza en James Rodríguez es limitada. El colombiano llegó al Rayo Vallecano con la esperanza de consolidarse como uno de los líderes del equipo, pero su participación ha sido intermitente y su rol cada vez más reducido. Este episodio no hace más que reforzar la percepción de que el técnico no lo considera una pieza clave en su esquema, incluso en situaciones donde su talento podría marcar la diferencia.
Resulta paradójico que, tras su destacada actuación en la Copa América, donde demostró estar en plenitud física y mental, James no sea visto como una alternativa viable en un partido que clamaba por creatividad y desequilibrio. La ausencia de oportunidades no solo limita su impacto en el equipo, sino que también genera interrogantes sobre su futuro en el club madrileño.
El próximo reto del Rayo Vallecano será el 1 de diciembre, cuando se enfrente al Athletic Club en San Mamés. Será una prueba complicada para un equipo que necesita urgentemente recuperar la senda del triunfo. Sin embargo, para James, este partido se perfila como otra incógnita. ¿Será finalmente considerado como una de las principales opciones del técnico o continuará relegado al banco de suplentes?
Lo que está claro es que las decisiones de Iñigo Pérez están marcando una tendencia que puede terminar alejando al colombiano del protagonismo que busca. A sus 33 años, James Rodríguez todavía tiene mucho fútbol para ofrecer, pero necesita confianza y continuidad para demostrarlo. Por ahora, el mensaje desde el banquillo parece ser que su talento no es suficiente para cambiar el rumbo del Rayo, un diagnóstico que muchos consideran injusto, pero que se está convirtiendo en una realidad recurrente.