La trayectoria literaria de Paul Auster —al menos en el terreno de la prosa— comenzó con La invención de la soledad, un libro en el que los preparativos del funeral de su padre le sirven al autor para explorar la figura escurridiza y problemática del muerto. En ese relato, Auster cuenta una anécdota oscura de su clan familiar: su abuela asesinó de un tiro a su abuelo, que sostenía una relación adultera con otra mujer. Ese acontecimiento fracturó la identidad del padre de Auster y dejó una honda huella en toda la familia. Sin embargo, no fue el único hecho de sangre que padeció la parentela del autor.
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Hace un par de años el apellido Auster llegó a la prensa mundial y no lo hizo por una novedad editorial de Paul ni por el lanzamiento de un disco de su hija Sophie Auster. El protagonista de la noticia fue Daniel Auster, el hijo mayor del escritor. El hombre de 44 años fue acusado por la policía de Nueva York de ser el responsable de la muerte de su hija Ryby, de apenas diez meses. La niña habría ingerido accidentalmente una dosis de heroína y fentanilo mientras era cuidada por Daniel. Este hecho conmocionó a Paul Auster, que entonces enfrentaba los rigores del tratamiento por cáncer. Sin embargo, la tragedia no se detuvo con esta muerte. A los pocos días de la muerte de Ruby la policia encontró el cadáver de Daniel, que habría tomado una alta dosis de drogas. La hipótesis inicial de la sobredosis apuntó al suicidio.