“Antes de que el hombre inventara la escritura, la Tierra ya escribía (...) La memoria de todo lo que ha sucedido en el universo está en la roca. Es el testigo permanente de la evolución y la civilización del hombre. La piedra es muda en apariencia, pero los signos que contiene hay que descifrarlos”, le dijo Hugo Zapata a Félix Ángel, en una entrevista publicada en el libro Nosotros Vosotros Ellos. Memoria del arte en Medellín durante los años 70.
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En esa búsqueda por lo que está escrito en las rocas se encuentra la obra del maestro Zapata. De ahí vienen los Afloramientos, los Testigos, los Cantos a la Tierra, los Bolos, los Vigías, los Amantes, las Inflexiones, el Escudo, los Mandalas, la Barca y el Nao, algunas de las obras del maestro que se podrán ver hasta el 29 de septiembre en el museo El Castillo.
Hay un eco en esa roca, un poema escrito por Zapata hace un par de años le dio nombre y sentido a la muestra. En él, Zapata describe lo que ha encontrado en el interior de las rocas y en la exposición y en sus obras, se ve lo que las rocas y el arte han encontrado en él.
“He encontrado por azar, en el interior de las rocas que trabajo, huellas cercanas a pictogramas, a signos, a señales, a ideogramas. Son gestos de un magma primigenio, rastros del trajinar de la materia en la eternidad del tiempo geológico, vestigios de avalanchas, concreciones y corrientes de lavas inestables, improntas de metales licuados, rocas blandas, cuarzos y cristales, que aun hoy, se expanden desde la ardiente oscuridad del centro de la Tierra (...) Hay en ellos ecos, ritmos, danzas, geometrías, claves misteriosas de un alfabeto tal vez nunca descifrable. Rescatarlos, recrearlos, establecer un diálogo con ellos y con su origen se hace posible gracias al arte, la ciencia, la imaginación”, escribió Zapata.
“Esta exposición está inspirada en ese poema. Ahí está el espíritu de su obra hecha palabra y eso era lo que queríamos, mostrar su interior, conectarlo con el afuera, con la gente”, dice Carlos Zapata, su hermano, que es también su representante y el curador de la exposición.
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Lo que el arte ha encontrado en él, o mejor dicho, lo que le ha permitido entender, es más que una expresión caprichosa o una inspiración, es un proceso de descubrimiento que parte de encontrar las formas propias.
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Carlos dice que Hugo nació artista. Hugo dice que “ser artista no es saber una técnica, porque no es el oficio el que define al artista, ser artista significa pensar”, y pensar es crear, es darle forma a ideas y representaciones propias de la realidad.
“Es una necesidad absoluta de decir algo, como en la música. En cada pieza hay ese sentimiento, una textura, sonidos. Con las rocas voy diciendo un estado espiritual. Ella me regala algunas cosas y yo le regalo otras y de esa comunión sale la obra”, le dijo Zapata a EL COLOMBIANO hace un par de años.
Hacer arte es hacer en uno lo que Hugo Zapata ha hecho en las rocas: mirar hacia adentro, buscar las formas propias, descifrarlas y a partir de ahí crear, exteriorizar, decir. Es más que inspiración y mucho más que una búsqueda estética.
Esa forma de entender el arte es parte del legado que Zapata le ha dejado a la ciudad y que va mucho más allá de sus obras, porque esa idea del arte fue la que lo motivó a crear, junto con otros colegas como Javier Restrepo y Luis Fernando Valencia, el programa de artes en la Universidad Nacional con un pensum que no se centrara en desarrollar en los estudiantes habilidades técnicas, sino en un ‘Taller central’ en el que los estudiantes pudieran investigar y formalizar sus intereses artísticos. Un espacio para pensar.
“Hoy el pensum académico de la facultad de artes es ese mismo de hace 40 años, y es una cosa loquísima y maravillosa porque plantea de entrada que cada estudiante trae el arte consigo mismo y que la universidad lo que hace es aportarle las herramientas para que lo desarrolle”, dice Carlos.
Un legado invaluable y una obra monumental, muy a pesar de que las amigas de su mamá que solían decir “pobrecita Elvia, el mayorcito le salió artista”. Porque entonces ser artista era casi una tragedia, un sinónimo de inutilidad. Pero lo que ha demostrado Zapata, como artista y profesor, es la magnitud del arte cuando se asume como pensamiento.
“No estoy seguro de la forma en que puede medirse mi contribución a mejorar la vida. Lo que sí es cierto es el esfuerzo diario por lograrlo. El arte es necesario en la medida en que integra al ser humano con lo que le rodea y le acompaña espiritualmente más allá de cualquier promesa. El arte no es tan inútil”, le dijo también a Ángel.
