En el circuito colombiano del jazz el nombre de Antonio Arnedo es una de las referencias inevitables. La suya es una historia que enlaza el legado familiar con la convicción personal de que la música puede ser una religión. ”El jazz es una expresión de libertad, de democracia, de inclusión, un diálogo directo de creación. Es un lenguaje que permite todo eso”, dice Arnedo en uno de los salones de Eafit. Está aquí para ensayar las obras que presentará en el concierto del 2 de agosto a las siete y media de la noche, en el que compartirá escenario con el pianista Sam Farley y con la orquesta sinfónica de Eafit, dirigida esta vez por Tatiana Pérez-Hernández.
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Nacido en una familia de músicos, su padre, Julio Arnedo, fue un destacado intérprete con una gran capacidad expresiva, lo que marcó profundamente su trayectoria. “Mi abuelo y mi bisabuelo también eran músicos, así que estamos hablando de casi cinco generaciones antes de mi llegada a la música. Está en los genes”, dice Arnedo, que durante la entrevista no suelta un segundo su saxofón. Sin embargo, su camino profesional no fue sencillo. “Llegué a la música después de una larga historia de negaciones. Mi papá no quería que fuera músico porque para él fue difícil formarse y generar un entorno adecuado. Llegué tarde, a los 21 años, cuando empecé a tocar saxofón, pero siempre con una gran conciencia de lo que era la música y, en particular, el jazz”, dice.
Desde su incursión en el mundo del jazz, Arnedo ha trabajado para crear un sonido que dé cuenta de sus convicciones vitales. “Siempre he sentido la necesidad de crear una música representativa de mi entorno. Mi padre tocó con Lucho Bermúdez y trabajó alrededor de la música de Colombia. Esa influencia siempre ha estado presente en mi trabajo, combinando elementos de las músicas de Colombia con la libertad del jazz”, explica.
El panorama discográfico en Colombia ha evolucionado significativamente desde que Arnedo comenzó su carrera. “Ha habido una explosión de escuelas de música y profesionales talentosos. La diversidad es una característica importante del entorno en Colombia. Hay músicos de toda la nación con influencias de diversos lugares, lo que ha permitido hablar de una ‘nueva música colombiana’ representativa de estos nuevos lenguajes”, dice.
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A pesar de los avances, Arnedo reconoce que los ritmos de Colombia aún no han alcanzado un público masivo. “No han sido masivos históricamente. Sin embargo, cada vez hay más gente joven interesada, lo que está cambiando el carácter y el interés por estas músicas”, menciona. Este interés creciente se hace evidente en eventos del tipo del concierto de este viernes. “Será un repertorio que combina el elemento esencial de las ritmos de Colombia con lenguajes del jazz. Es un repertorio mágico con una gran capacidad expresiva”, dice.
Sobre su rol como referente para nuevas generaciones, Arnedo es modesto. “Soy solo un músico que hace música. Me emociona poder compartir y sembrar el afecto por la música. Más que ser un referente, creo que soy parte de un gran sistema que permite el desarrollo de este espacio y esas conexiones”, reflexiona.
“Siento la necesidad de seguir haciendo música, ahora más que antes. Estoy escribiendo una pieza para orquesta basada en materiales de las músicas de Colombia y trabajando en un proyecto que explora las músicas de territorios afectados por el conflicto en Colombia”, dice. Además, continúa con un proyecto de creación colectiva que invita a artistas destacados del país a crear nuevas músicas colombianas. “También acabamos de grabar un disco con mi cuarteto. Es un disco bellísimo”, añade.
La combinación de música clásica y jazz puede parecer desafiante, pero para Arnedo es una cuestión de imaginación. “Si uno lo imagina, es posible. La relación entre la música sinfónica y el jazz es fluida. En este caso, ha sido fácil encontrar un espacio de encuentro y los invito a que vengan al concierto porque es sorprendente”, concluye.