Terminó matemáticas. El reloj marca las once de la mañana y solo falta una hora para terminar la jornada y salir de fin de semana. Los alumnos están inquietos. Agarran sus pupitres y los empiezan a mover de un lado a otro, sin una dirección establecida. Las tradicionales filas que siempre miran hacia el tablero, se convierten en una mesa redonda. Todos, hasta la profesora, guardan silencio y miran atentamente a una de sus compañeras. No es una broma o un juego, es la hora del diálogo, de la resolución de conflictos.
Entre los primeros temas a solucionar está la supuesta copia de una tarea que debía hacerse en parejas. En el planteamiento del problema, las estudiantes acusan a las otras alumnas de plagio, y además, aseguran que hubo gritos.
—Andrea y Camila dicen que probablemente ustedes (Nicole y Jildari) le copiaron una tarea de tecnología a ellas y ustedes dicen que no, que el tono de Andrea y Camila fue alto. Ellas lo admiten y eso significa ofrecer excusas. Nicole dice que también levantó la voz y que están dispuestas a que sometamos a una verificación, por parte del profe de tecnología, si es cierto que hubo copia— narra Olga Betancur Salinas, la profesora.
—Profe yo creo que si ellas tienen un problema lo deben resolver. No deberían gritarnos. Además creo que todos tenemos las tareas igualitas porque hace una semana vimos en clase cómo se hacían los trabajos— aclaró Nicole, una estudiante de tez trigueña y voz aguda.
—¿Y qué tienes para responder tú y cómo te comprometes para que no se vuelva a presentar esta situación?— replicó la educadora dirigiéndose a Camila.
—Yo me comprometo a no gritarle a mis compañeras—respondió la joven.
—Es que cuando me reclamaron yo les respondí que todos habíamos visto lo mismo y le grite que era una chismosa y una metida. Entonces yo después al ratico le pedí perdón— afirmó Jildari.
—Te felicitamos. Démosle un aplauso a Jildari— exclamó la profesora.
—Pero profe, yo creo que es importante que cuando esto pase, primero hablen con el profe para que no se griten— añadió Maicol, otro de los estudiantes que estaba sentado al otro lado del salón.
Este escenario ocurrió en el grado sexto B de la Institución Educativa Luis Carlos Galán de Itagüí, y hace parte del programa académico Cátedra de la Paz, una iniciativa que busca generar ambientes más pacíficos desde las aulas de Colombia y que desde finales de 2015 es una Ley (la 1038 de 2015), por lo que es una obligación que esté presente en las diferentes aulas del país.
En el caso del colegio Luis Carlos Galán se aplica hace cuatro años, con todos los alumnos, un modelo educativo conocido como Comunidad de Aprendizaje, que busca, entre otras cosas, una transformación social basada en los principios y prácticas de igualdad y diálogo.
“Cuando sale lo de la Cátedra para la Paz, lo que hacemos es articular lo que estábamos haciendo con los módulos como proyecto democracia, ética, cátedra para la paz, violencia de género y demás programas”, explica Gabriel Castillo Colón, coordinador académico.
¿Para qué sirve?
El objetivo de la Cátedra de la Paz, como lo dice la Ley, es “crear y consolidar un espacio para el aprendizaje, la reflexión y el diálogo sobre la cultura de la paz y el desarrollo sostenible que contribuya al bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población”.
Sin embargo, en aquel sexto B, mientras la mayoría de estudiantes discutían los demás inconvenientes presentados durante la semana, otros no estaban muy conectados con lo que ocurría, y su atención se centraba en un dibujo u otra conversación sobre lo que había pasado en el último descanso. De ahí surge la duda si la intención del pasado gobierno de Juan Manuel Santos, sí cumple su objetivo en las diferentes instituciones educativas.
Según el Ministerio de Educación, aunque la Cátedra de la Paz es Ley, “se debe respetar la autonomía de cada institución educativa”, por lo que no se lleva un control específico con el programa y tampoco se conoce el número de claustros académicos que están cumpliendo con la normatividad.
En Antioquia, por ejemplo, el secretario de Educación, Néstor David Restrepo, afirmó que sí se tiene un registro de lo que se está haciendo durante la gobernación de Luis Pérez Gutiérrez en relación con este programa escolar.
“Durante en cuatrienio se ha hecho la implementación de cátedras de paz en 448 establecimientos educativos del departamento y se han cubierto 2347 docentes de las áreas sociales encargados de la cátedra de paz”.
José Fernando Mejía, director del programa Aulas en Paz, afirma que no todas los colegios del país aplican este programa en su curriculum, “algo que también pasa con otras políticas educativas, y aunque es obligatorio, es normal que las instituciones educativas se demoren en aplicar y perfeccionar”.
Pero la historia en la institución Luis Carlos Galán es muy distinta. Allí, tanto estudiantes como directivas coinciden en que el programa que implementan cambió de manera positiva la vida de esa comunidad educativa.
“Por ejemplo los estudiantes que se graduaron en 2009, salieron con la conciencia diferente de que para resolver un problema primero estaba la violencia y no el diálogo. Nosotros tenemos una formación diferente, que primero hay que buscar conciliar antes de llegar a un conflicto. Es que mire el barrio, acá antes había fronteras invisibles, era imposible pasar de un lado a otro y desde el colegio se dio una transformación que sirvió para mejorar esa situación”, aseguró María Camila Puerta, estudiante del grado 11.
Mientras que el coordinador Gabriel Castillo, agregó que en materia académica, los resultados son muy positivos, “en los Icfes por ejemplo, nosotros estábamos en las categorías más bajas empezamos a subir y a subir y ahora estamos en la categoría A. También, nuestros indices de violencia bajaron considerablemente”.
Su diseño
La estructura pedagógica está basada, tal y como lo expresan desde el Ministerio de Educación, “en tres documentos con alternativas pedagógicas y curriculares para el desarrollo de la Cátedra que les permite, a los establecimientos educativos oficiales y no oficiales del país, avanzar en el cumplimiento de la Ley Cátedra de Paz”.
1. Orientaciones de cátedra de la paz: que aclaran el alcance que tiene la educación para la paz evidenciando que educar para la paz incluye la garantía del derecho a la educación de calidad a todos los niños y niñas del país y la prevención de acciones violentas en los establecimientos educativos, pero no se limita a ello.
2. Secuencias didácticas para los grados de transición a once: con las que se indican a los docentes las estrategias pedagógicas para la implementación de la Cátedra de la Paz en diversas áreas obligatorias, por ejemplo, ciencias, tecnología, historia y lenguaje y que se fundamentan en el desarrollo de competencias ciudadanas.
3. Desempeños: describe los conocimientos, actitudes, habilidades y comportamientos que los estudiantes deben desarrollar para resolver eficazmente los retos que el contexto les plantea en relación con convivencia y paz, participación democrática, ética y cuidado y memoria histórica.
Aún con imperfecciones
Dice José Fernando Mejía que desde Aulas en Paz ayudaron al ministerio a realizar los lineamientos del programa y estos son flexibles.
“Hacer una Cátedra de la Paz no implica necesariamente dictar una clase que se llame de esa manera, puede ser algo que esté desarrollado a partir de proyectos transversales en formación de ciudadanía, en competencias emocionales o prevención de violencia, ahí está la autonomía de los colegios”.
A pesar de esto, Castillo advierte que a pesar de la importancia de este programa, “la Cátedra de la Paz debe estar articulada con la ley de convivencia escolar y con la política de formación ciudadana que Colombia está promoviendo hace muchos años. Está bien que se tenga autonomía, pero no estaría bien que lo entiendan como una clase tradicional de paz”.
Por su parte, desde el Ministerio de Educación le respondieron a este diario que como complemento a la Cátedra de la Paz, se tienen dos líneas académicas:
Los estándares nacionales de competencias ciudadanas, que buscan que niños, niñas y adolescentes sean capaces de resolver pacíficamente los conflictos, participar democráticamente, valorar lo público y la pluralidad y ejercer sus derechos.
Y La línea estratégica Entornos Escolares para la Convivencia y la Ciudadanía, con énfasis en la prevención y atención de situaciones como la intimidación, el ciberacoso, la prevención del consumo de sustancias psicoactivas, la violencia basada en género, la discriminación por etnia, orientación sexual o religión, entre otros.