Desde el pasado 16 de mayo, 3.409 estudiantes del municipio chocoano Ungía están en paro debido a la falta de 14 docentes, una situación que ha dejado a muchos sin clases y ha forzado a otros, como “Caliche”, a buscar un futuro incierto como “raspachín” de coca.
“Caliche” tiene 13 años y mientras habla se arranca desesperadamente el pellejo manchado de las manos; siempre mira al suelo. Tiene callos en las manos y las yemas de los dedos están teñidas de verde, una marca del trabajo que ha asumido. “Caliche” no es su nombre real; lo hemos cambiado para proteger su identidad.
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Este niño abandonó la escuela en 2023 “porque el profesor nunca llegó a la vereda”, dice con una resignación que no debería pertenecer a alguien de su edad. Cada mañana de la primera semana de clases de 2023, “Caliche” se levantó temprano, se alistó para aprender, pero en mayo dejó de intentarlo.
“Siempre nos decían que la maestra llegaba la semana entrante y nunca llegó, y en noviembre a todos nos dijeron que habíamos perdido el año. Ya estamos en 2024 y nada que llega. Y claro que quiero estudiar, pero mire, ya soy experto en raspar hoja de coca. En el día recojo de doce a catorce arrobas, me las pagan a 10.000 pesos cada una”.
Aunque sabe que lo que hace es ilegal, afirma que no tenía otra opción. Según él, gracias a este trabajo, su familia no pasa hambre, y ha podido permitirse ciertos lujos, como un iPhone y comprar tenis de marca, los cuales muestra con orgullo.
—¿Por qué se arranca la piel de las manos?—Si la policía me ve las manos manchadas de verde, me detienen, porque se dan cuenta de que soy un raspachín.
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Ana Irene Puerta Tapias, secretaria de Bienestar del municipio de Unguía, confirmó la pérdida del año escolar para niños de la vereda Santa Rita de Unguía. “A finales de 2023, ante la falta de docente, el municipio se vio en la obligación de declarar el año perdido a 18 niños porque nunca llegó el docente. Ese peligro sigue latente para este año, porque no se ha nombrado maestro aún”.
Actualmente, Geraldine Córdoba Batista, una normalista superior que cursa licenciatura en etnoeducación, dicta clases a los alumnos de esta vereda sin recibir salario. “Son entre 18 y 24 alumnos que vienen a clases. El pago que recibo es lo que los padres me aportan: libras de arroz, yuca, plátano. Quiero escuchar en el futuro, cuando esos niños sean hombres, ‘esa fue mi maestra de primaria’”, dice Geraldine.
A pesar de recibir clases de una docente calificada, estos niños perderán de nuevo el año escolar si no se nombra un maestro oficial, y en noviembre serán retirados del Simat (Sistema de Matrícula Estudiantil).
La historia de “Caliche” refleja una tragedia mayor en Unguía. Según el DANE, la población del municipio es de 13.124 habitantes y, según la Unidad de Víctimas, 9.247 son víctimas del conflicto armado, habiendo sufrido 22.294 hechos de violencia por parte de grupos armados ilegales y del Estado. El padre de “Caliche” fue asesinado, pero el niño no sabe ni por qué ni quién fue el responsable. “Me da miedo saberlo, me pueden matar”, dice con temor.
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Un miembro del Comité de Campesinos Cocaleros de Unguía afirma que la historia de “Caliche” no es única. “Son decenas de jóvenes que se retiran de estudiar por la educación tan deficiente que reciben y buscan trabajo como raspachines, pero también hay bachilleres y hasta tecnólogos del SENA haciendo labores en los cultivos de coca. No les queda sino ser raspachines o irse de mochileros al Darién”.
“No levantaremos el paro hasta que lleguen todos los docentes”
Deimar Fernando Palacios Caraballo, personero estudiantil de la Institución Agrícola de Unguía y portavoz de los personeros estudiantiles de otras instituciones educativas de la localidad, habló con este cronista: “Estamos cansados de tantas promesas incumplidas. Cada año hacemos paro para exigir la asignación de docentes. Hasta ahora solo hemos recibido el nombramiento para tres docentes, pero nos dicen que llegarán en diez días. De los otros once, no nos dicen nada”.
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Palacios denunció casos preocupantes, como el de un docente que recientemente enseñaba a 70 alumnos del tercer grado en la Escuela Sagrada Familia, pero quien dejó de hacerlo por estrés. También mencionó la situación en la Escuela Santa Rita, la escuela de “Caliche”.
Además de la falta de docentes, los miembros del comité del paro señalan problemas con la infraestructura de algunas escuelas. Por ejemplo, la Escuela Pedro Grau en el corregimiento de Balboa está abandonada, mientras que, en varias localidades, como Marcelia, El Corazón y Tarena, las condiciones de enseñanza son precarias, con instalaciones deterioradas y hacinamiento.
Finalmente, Palacios denunció el abandono total de la finca utilizada para prácticas agropecuarias por parte de la institución educativa. Solicitó una auditoría sobre el manejo de los recursos en la Institución Agrícola de Unguía.
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“La crisis educativa en Unguía ha alcanzado su punto más crítico”, dijo Marlon Gil Salinas, alcalde de Unguía: “A la falta de docentes se suma el deterioro de las instalaciones educativas, la deserción escolar, la falta de conectividad y el acceso limitado a la educación superior, lo que agrava la brecha de oportunidades y perpetúa la violencia y la desigualdad social entre nuestros jóvenes”. Gil Salinas destacó que son varios los colegios que están tirados a su suerte, algunos de ellos hasta son peligrosos para los estudiantes.
Según el alcalde, después de conversar con los personeros estudiantiles y rectores de las instituciones educativas de Unguía, este es el listado de docentes faltantes:
Institución Agrícola de Unguía: un docente de básica primaria.
Corregimiento de Balboa: dos docentes básicas primaria y uno que imparta biología y química.
Corregimiento de Tanela: un docente de inglés, uno de sociales, uno de español y un coordinador y un docente orientador
Corregimiento de Santa María: un docente escuela Santa Rita, uno de sociales, uno para matemáticas-física y uno de español.
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Se buscó comunicación con Yina Paola Reales Moreno, secretaria de educación del Chocó, quien inicialmente atendió el llamado, y dijo: “La problemática de la educación no es solo en Unguía, es en todo el departamento del Chocó”. A la señora Yina se le enviaron tres preguntas, quien prometió contestarlas en el transcurso del día, pero al momento de escribir esta nota no se había recibido respuesta alguna.
Dio una descripción general de los problemas educativos en el departamento. Reales dijo: “Miles de estudiantes en todo el departamento no han recibido clases de matemáticas, biología, español o química en lo que va del año, porque los docentes no son suficientes”.
Según la secretaria de Educación, su despacho solicitó el aumento de la planta de docentes, pero “no ha aumentado de acuerdo a los requerimientos actuales”. Además, agregó que actualmente en el Chocó “hay más de 24 sedes unitarias cerradas, las cuales dependen de un docente para su funcionamiento y esto impacta en que miles de niños y niñas no estén hoy en las aulas de clase”.
La situación en Unguía demanda una intervención urgente. Es imperativo que se asignen docentes y se ofrezcan oportunidades educativas reales para que jóvenes como “Caliche” puedan aspirar a un futuro mejor. La educación es un derecho, no un lujo, y cada día que pasa sin solución, más niños se ven atrapados en un ciclo de pobreza y delincuencia que perpetúa la violencia y la desesperanza.