Este año, las iguanas han sido protagonistas de más de una emergencia en el Valle de Aburrá. Con 334 casos atendidos por el Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre (CAVR), el 78% de estas situaciones han involucrado iguanas heridas, atropelladas o inconscientes, todo esto, por el desconocimiento de las personas.
Sin embargo, aunque la cifra pueda sonar alarmante, no siempre que vea una iguana quieta significa que haya un problema. La mayoría de las veces, están simplemente disfrutando de un hábito que es esencial para su supervivencia: tomar el sol.
Por lo anterior, si se encuentra una iguana inmóvil en un parque, jardín o incluso en alguna estructura urbana, lo más probable es que esté relajada, absorbiendo el calor del sol. Este comportamiento, aunque a muchos les genere preocupación, es completamente natural. El Área Metropolitana del Valle de Aburrá hizo un llamado a (en términos coloquiales) no invadir su “espacio personal”.
Andrés Gómez Higuita, Supervisor del CAVR (Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre) explicó: “Intentar tocarlas o capturarlas no solo puede generarles estrés, sino que también se puede presentar un accidente. Hacemos un llamado a la comunidad metropolitana para que respeten a las iguanas en su entorno natural y si las encuentran en las vías, dejarlas cruzar”.
Las iguanas, como buenos reptiles de sangre fría, dependen del calor del sol para mantener su cuerpo en óptimas condiciones. Sin este calor, sus cuerpos no funcionarían de la manera adecuada. Al estar inmóviles durante largos periodos de tiempo, están absorbiendo la energía solar que necesitan para moverse, cazar, e incluso aparearse.
La importancia de este comportamiento radica en que, si no pueden calentarse adecuadamente, no logran realizar las funciones básicas que les permiten sobrevivir. Además, aunque las iguanas suelen ser pacíficas, pueden defenderse si se sienten amenazadas o si su espacio está siendo hostigado.
Sin embargo, no todo es tan simple para las iguanas en Colombia. A pesar de su importancia ecológica, estas han enfrentado múltiples amenazas, desde la caza indiscriminada hasta la pérdida de su hábitat. María Piedad Baptiste, investigadora del Instituto Humboldt señala que, en particular, durante la época de Cuaresma y Semana Santa, la demanda de carne de iguana verde aumenta indiscriminadamente en algunas regiones del país. Esta especie junto con las tortugas hicotea y morrocoy, está entre las más traficadas en Colombia.
Durante la Semana Santa, cuando el consumo de carne roja es reemplazado por alternativas como las iguanas y las tortugas, muchas de estas especies enfrentan su momento más crítico y el impacto de estas prácticas es devastador, ya que no solo afecta a las poblaciones de reptiles, sino que también desequilibra los ecosistemas donde estas especies cumplen funciones esenciales, como la dispersión de semillas. Si bien la tradición tiene raíces profundas, la situación actual requiere un cambio de conciencia que favorezca la conservación de las iguanas.
Pero la presión no solo viene del consumo. La deforestación y la destrucción del hábitat natural de las iguanas también han tenido un fuerte impacto en sus poblaciones. Con menos lugares para esconderse y alimentarse, las iguanas se ven obligadas a adaptarse a entornos urbanos, lo que aumenta la frecuencia de avistamientos en zonas como el Valle de Aburrá.
La invitación del Área Metropolitana y el Instituto Humboldt se extiende a la población que avista iguanas para que respeten su espacio. Así que, si observa una iguana tomando el sol en algún rincón del Valle de Aburrá, observe, admírela, pero no intervenga. El sol es suyo por derecho.