Ya no es como en las películas en las que el rey o la reina lo eran todo: desde la cabeza política de los gobiernos hasta los que decidían si iban o no a una guerra. Desde hace un tiempo, su importancia no es la de antes. Isabel II, por ejemplo, era la jefa de Estado del Reino Unido y la Mancomunidad de Naciones, además de la figura principal de la iglesia en su país.
Sin embargo, en temas políticos era neutral, no tenía derecho al voto ni a postularse a elecciones. Ella abría las nuevas sesiones del Parlamento, otorgaba el paso de legislaciones, aprobaba órdenes del consejo británico y tenía una relación directa con el primer ministro. Además de una labor muy social desde el apoyo a instituciones hasta la preservación del medio ambiente. Y son las funciones que asumirá el nuevo rey, Carlos III, su hijo. Es decir, ni la reina ni el rey son la cabeza del gobierno sino su líder del Estado. Su figura es monárquica parlamentaria, ya no política. Y aún así, siguen siendo funciones importantes dentro del Estado de Reino Unido.
No obstante, con la muerte de la reina Isabel II se cierra una época que comenzó en un mundo que ya no existe: sin internet y con dos potencias disputándose la hegemonía global, los Estados Unidos y la Unión Soviética. La mayoría de la población inglesa no conoce a un monarca distinto a Isabel II, que de hecho contaba con gran popularidad: la gente la quería y la respetaba. Así que tras su muerte, se abre un debate, que no es nuevo en los últimos años, sobre el futuro de las instituciones monárquicas en Europa.
En ese continente el rey o la reina se conservan en Bélgica, Dinamarca, España, Países Bajos, Suecia, Luxemburgo y Reino Unido. Ahora bien, ninguna otra corona ha tenido un impacto similar a la de Reino Unido. El profesor Emmanuel Alejandro Giraldo, docente del departamento de Historia de la Universidad de Antioquia, dice que la menos fuerte es la de Suecia, donde la monarquía conserva menos poder, pero tanto en Reino Unido como en España todavía tienen mucha relevancia.
¿Qué es lo que tambalea?
En años recientes dos hechos han puesto a tambalear la firmeza de los reyes europeos. Los escándalos de corrupción y excentricidades del rey Juan Carlos I, de España, y los no menos sonoros líos del príncipe Andrés, de Inglaterra cuyo nombre llegó a las páginas de los diarios por el caso de Jeffrey Epstein, han abierto grietas en un sistema político que ha sorteado siglos de poder, guerras y controversias. La nueva grieta es el fallecimiento de Isabel II.
Tras un reinado tan largo, las dudas caen en la capacidad del rey Carlos III de superar la sombra de su madre y darle un nuevo aire a la monarquía. Idénticas sombras cobijan al rey Felipe VI, de España. La razón es simple: tanto Juan Carlos I e Isabel II sortearon crisis globales y locales que de alguna manera forjaron sus temples de estadistas. El rey emérito español fue crucial en el proceso de transición de la dictadura de Francisco Franco a la democracia, como lo cuenta el novelista Javier Cercas en Anatomía de un instante. Por su parte, Isabel II sobrevivió a las figuras de Winston Churchill y capoteó el huracán mediático que se desató con el divorcio de Carlos y la princesa Diana.
En este contexto, las cifras de percepción ciudadana no acompañan a Carlos III: en febrero de este año solo el 14 % de los británicos querían que Camila Parker fuera su reina, informó en su momento El País, de España. La ahora reina consorte ha sido eclipsada por el recuerdo de Lady Di. La relación de los españoles con la reina Letizia es ambivalente: pasa de la aceptación a la crítica frontal. La cárcel al rapero Pablo Házel, acusado de injuriar a la monarquía, ha tensado las relaciones de los sectores progresistas con la dinastía de los Borbón.
En marzo de este año, Pablo Echenique, el vocero del partido Podemos, se fue lanza en ristre contra la casa real al afirmar que “la monarquía es una institución diseñada para poder delinquir”. Las declaraciones las dio por los días en los que la Justicia española decidió archivar las investigaciones de las actuaciones del rey emérito. Otra de las voces antimonárquicas es la de Pablo Iglesias, que se amplifica por la agilidad de Twitter.
El mundo en el que los reyes eran figuras sagradas ya no existe. Ahora las figuras públicas en general deben soportar un escrutinio tremendo del ojo ciudadano, presente en casi todas partes gracias a las redes sociales y a la velocidad del internet. Además, la monarquía tiene un sabor a algo de otro tiempo que, al parecer, ninguna reforma cosmética es capaz de disimular.
¿Y entonces?
Para Enrique Prieto, profesor de derecho internacional de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario, el futuro a corto plazo de la monarquía es seguro: se entierra a la reina, se corona a Carlos III, empieza el gobierno de la nueva primera ministra británica, Liz Truss. Todo sin cambios. Para él, las complicaciones son a mediano plazo: en dos años Inglaterra vivirá elecciones y la monarquía no tiene la misma posición que tenía hace 50 años, por lo que puede tambalear: al rey Carlos III no lo quieren tanto, su popularidad es del 42 %, y las condiciones económicas del país no están bien. La crisis de energía ha impactado a Reino Unido, la pandemia ha ayudado y hay muchas personas con temas económicos complejos, que los hará reflexionar sobre lo que cuesta esta institución. ¿Por qué no privilegiarse a ellos mismos?
Además, explica Mauricio Jaramillo, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, hay un cambio generacional que hace que las monarquías sean cada vez más impopulares en el mundo en general. La gente joven no se siente representada por ellas, y eso quiebra una de las características más importantes de estas instituciones: ser símbolo de unidad nacional.
Para el profesor, la historia de la monarquía podrá seguir, pero con debilidad. El nuevo rey en Reino Unido, por ejemplo, deberá imponerse con un tema que genere unidad nacional. Giraldo precisa que ese ha sido uno de sus papeles fundamentales: unidad e identidad. La reina Isabel, precisa el profesor de Historia, lo cumplió a cabalidad: les dio a los británicos una identidad.
Ese es uno de los retos principales del nuevo rey de Inglaterra, explica Mauricio: conectar con la gente, con los jóvenes, imitar a la misma Diana de Gales, que se fue muy por el tema humanitario. Para él eso es fundamental si quiere salvar a largo plazo la monarquía. Carlos tiene a su favor, añade el profesor Alejandro, que defiende desde hace un tiempo un tema que ahora es fundamental, el medio ambiente. Eso podría serle muy útil.
Giraldo, sin embargo, no cree que la monarquía esté en riesgo de acabarse. Si bien no son, evidentemente lo que fueron antaño, si se compara por ejemplo con la relevancia de su momento de una figura como Enrique VIII en el siglo XVI, para él, sobre todo en Reino Unido y España, tienen aún fuerza y poder.
Eso sin desconocer que Carlos III asume en un escenario complejo de crisis económica y en el aparato gubernamental británico: apenas hace unos días asumió la nueva ministra que deberá buscar reactivar la economía, los temas del Brexit e incluso el apoyo a Ucrania en la guerra.
Así que aunque haya opiniones divididas sobre el futuro de la monarquía, lo cierto es que no está fácil y que deben adaptarse. Su reto es cómo sostenerse y mantenerse relevantes. En su discurso, Carlos III habló de que iba a trabajar por el pueblo. “Vivan donde vivan en el Reino Unido, en los reinos y territorios alrededor del mundo, y sean cuales sean sus creencias u orígenes, procuraré servirles con lealtad, respeto y amor”.
De todas maneras, hay que entender que depende del punto desde donde se mire: en América Latina, por su realidad social, es inútil una monarquía, apunta Giraldo. Aquí el rey se fue desacralizando con los movimientos de Independencia, así que su figura no es relevante. Esto es muy diferente en Europa, porque los reyes han fungido como símbolo de unidad de Estado. Y si bien hay muchos jóvenes que le han perdido interés, todavía cuentan con respaldo: es solo ver la cantidad de gente despidiendo a la reina.
El profesor cree que la pregunta actual es si el respaldo de los británicos era a Isabel o a la monarquía. Y eso será fundamental para el futuro. Por ahora, el presente. Carlos III es, después de 70 años preparándose para ello, el nuevo rey .