A usted le gustaría ser atrevido cuando va a cambiar el color de las paredes de la habitación o la sala. Elegiría uno no convencional, que rompa, que le haga sentir que hubo un cambio de verdad. Solo que le da miedo, por supuesto, porque, ¿qué tal que no le guste o quede feo? Perdería la inversión.
Utilizar otro color no solo puede embellecer cada espacio, también permite que se vean más grandes o más pequeños e incluso podrían afectar las emociones de quienes viven en la casa o llegan de visita.
Para Mariana Sierra Escudero, docente de psicología de la Universidad Ces, los tonos influyen significativamente en el estado de ánimo, debido a que tienen una conexión sinérgica.
A eso, Jesús Márquez, gerente de Color de Pintuco, añade que los colores, los espacios y las emociones se encuentran directamente conectados, debido a que cada lugar del hogar está habitado por personas que sienten. Uno estresante (rojo, por ejemplo) en una zona para relajarse no va a permitir un correcto descanso.
Cada cosa afecta. No es lo mismo una sala moderna que una antigua, dice. Así que al momento de decidir pintar una pared le será útil usar la teoría del color, debido a que esto se relaciona con la percepción. Manuela Toro, coordinadora de proyectos de extensión de psicología de la Universidad de Antioquia, explica por qué el color influye en las emociones: “Cuando hablamos de tonos cálidos como el rojo o el naranja, se asocian al amor, la alegría, la pasión o sentimientos como la ira. Los azules se relacionan con la tranquilidad y los grises, en cambio, brindan seguridad y sobriedad”.
Para ella, considerar pensar cuál debe ir para cada habitación ayudará a conectar con las emociones.
Lina María Agudelo Gutiérrez, jefe del programa de Diseño y Gestión de Espacios de la Universidad de Medellín, señala que hay que perderle el miedo a cambiar de tonalidades porque dinamizan el espacio, lo hacen menos aburrido. Con solo cambiar una la pared las sensaciones del entorno cambian.