Es una imagen en blanco y negro: de lejos hay un nudo en la mitad, y si se acerca son un montón de ciclistas caídos. El nudo son ellos y las bicicletas en el suelo. En primer plano se nota el dolor de uno de los caídos, es como si hubiese sido el último en tocar el piso. Al fondo, un hombre a caballo los mira, casi que se va a chocar con el monte. Con esa fotografía, Castillo de Naipes, Hervásquez se ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar de 1981.
No muchos sabían que se llamaba Hernando Vásquez, porque sus fotos aparecían firmadas así: Hervásquez. En ese entonces los fotógrafos de EL COLOMBIANO se conocían era por los apodos o el juego con sus nombres y apellidos. Hernando, que murió este lunes de un cáncer de páncreas, trabajó 27 años en este periódico.
Hacer un recorrido por el archivo fotográfico de los años 70, 80 y 90 de este diario es encontrarse con sus imágenes en casi cualquier tema: el ciclismo, el fútbol, los reinados, el orden público, el desastre de Armero, la tragedia de Villatina. Del deporte a las tristezas naturales y la violencia. Una de sus fotos más famosas fue la entrega de Pablo Escobar: una de lejos, con Escobar de ruana.
Jaimar, o Humberto Arango, fue su compañero y jefe. “Era una época difícil, nos tocaron cosas muy duras como la tragedia de Armero. Nos turnábamos el trabajo, cada tres días él iba y yo venía, y entre los turnos nos contábamos lo que pasaba. Él fue testigo del rescate de un niño gracias a que una señora le dijo que sentía un llanto al lado de la carretera. Él se fue con los bomberos y lo encontraron, estaba vivo, tenía dos años”.
En ese entonces, recuerda Jaimar, usaban unas cámaras Rolleiflex de rollo y transparencia, siempre andaban con dos, revelaban a color y a blanco y negro, y hacían el trabajo para entregar. Toderos, lo describe el jefe, y recursivos: se tomaban fotos como fuera, arrodillados, colgados, acostados. “Quería mucho a la empresa, adoraba EL COLOMBIANO, para él era una familia”.
Quizá por eso el recuerdo de muchos es lo buen compañero que fue. “Era un señor, un buen amigo, un ser de bien. Muchos años juntos compartiendo prisas y momentos lentos, dependiendo de la información”, dice Marta Luz Posada, quien fue su compañera. Ella hace memoria: salían en moto a cubrir los eventos.
Hernando tenía 83 años. Marta Orozco, su cuñada y con quien vivía, lo describe como un roble, un hombre muy fuerte. “Solo un cáncer de páncreas pudo apagar con su vida. La enfermedad se la diagnosticaron en enero y tres meses después falleció”.