Dos grandes joyas de la monarquía británica acompañarán este sábado 6 de mayo la coronación de Carlos III: una corona que data del año 1661 y un carruaje de más de 260 años de antigüedad.
Las miradas están puestas sobre la corona de San Eduardo, la pieza central de las joyas de la corona británica, que es la que Carlos se usará exclusivamente durante la ceremonia.
Esta pieza solo sale a la luz en las coronaciones y fue llevada por última vez en 1953 por Isabel II, la madre de Carlos III.
Fue fabricada para la coronación de Carlos II en 1661, en substitución de una corona medieval que fue fundida en 1649 por los parlamentarios tras la ejecución de Carlos I.
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Esta pieza de oro macizo está engastada con piedras semipreciosas, como rubíes, amatistas y zafiros, y adornada con un casquete de terciopelo púrpura ribeteado con una banda de armiño.
No es una réplica exacta de la desaparecida corona medieval, que se cree perteneció al rey Eduardo el Confesor en el siglo XI. Pero como ella también lleva cuatro cruces y cuatro flores de lis.