Apolo, dios del Sol, la lógica y la razón e hijo de Zeus y Leto en la mitología griega, fue como se llamó la primera misión humana que llegó a la Luna, el 20 de julio de 1969. Lo que pocos saben es que Apolo tiene una hermana gemela. Se trata de Artemisa, diosa de la caza, el medio ambiente, los animales y, sobre todo, de la Luna.
Artemisa fue el nombre que recibió la próxima misión de la Nasa que busca llevar a la primera mujer y al siguiente hombre a este satélite natural de la Tierra y que actualmente se encuentra en pruebas.
Este proyecto es esperanzador para las mujeres, sobre todo para aquellas interesadas en el espacio porque, según dicen cuatro con las que EL COLOMBIANO conversó, les abre las puertas a un mundo que, aunque cada vez las incluye más, aún tiene mucho por recorrer.
De hecho, el primer humano que viajó al espacio hace 60 años fue un hombre, en abril de 1961. El primero en caminar por la superficie lunar fue otro hombre y fueron tres los primeros en orbitarla. Un soviético realizó por primera vez una caminata espacial en 1965 y en 1984 el astronauta Bruce McCandless caminó por el espacio sin estar atado a la nave. Así hay muchas más primeras veces que fueron protagonizadas por ellos.
Las mujeres, en cambio, han tenido un camino con más obstáculos, incluso después de que la soviética Valentina Tereshkova llegara por primera vez al espacio en junio de 1963.
¿Y entonces?
Para la doctora en astronomía Luz Ángela García Peñaloza, programas como Artemisa son necesarios para tener más referentes femeninos en diferentes ámbitos que le permitan a niñas y jóvenes creer que sí es posible alcanzar sus sueños. “Todos queremos ser astronautas de niños, pero yo pensé que no se podía porque solo veía militares y hombres estadounidenses haciéndolo. Por eso debe haber mujeres que sean más cercanas a nosotras y debe dárseles visibilidad. Son muchas, pero no se ha reconocido su misión tanto como la de los hombres”.
En conversatorio con el Planetario de Medellín, Claudia Eyzaguirre, gerente de Proyectos e integradora técnica en el Kennedy Space Center de la Nasa, quien además está trabajando en uno de los instrumentos que apoyará a Artemisa, explicó que es común que “cuando uno piensa en la Nasa sea raro pensar en la contribución de mujeres, sobre todo en la ingeniería”, pero que son muchas las que, día a día, se aseguran de que en el lanzamiento todos los sistemas y las partes funcionen bien.
Diosa de la luna
Unos dicen que la llegada a la luna nunca existió, otros se preguntan por qué la humanidad no ha regresado y otros aseguran que como ya no hay intereses bélicos no es necesario. Sin embargo, Artemisa será el esperado regreso que explorará el polo sur lunar hasta ahora desconocido y será un acercamiento a otros viajes espaciales como el de Marte.
Está dividido en tres: Artemisa I será la prueba de vuelo del cohete con la cápsula Orión que la pondrá en órbita alrededor de la luna durante siete días y que se asegura, según Eyzaguirre, de que todos los sistemas funcionen. Estaba programada para este año, pero debido a fallas en la primera prueba de encendido se espera sea para inicios de 2022.
Artemisa II tendrá una trayectoria similar al poner a Orión en órbita pero, esa vez, estará tripulada. Esta apunta a lanzarse en 2023.
Finalmente, Artemisa III será la que lleve de nuevo a la humanidad hasta este satélite, a esa primera mujer, por lo menos, y a más astronautas que viajarán alrededor de 380.000 kilómetros a bordo del Orión por esa órbita lunar y que no solo intentarán uno de los nuevos sistemas comerciales de aterrizaje humano y recolectarán muestras, sino que pondrán a prueba nuevos sistemas y trajes espaciales más modernos.
Eyzaguirre contó que la Nasa ha seleccionado a tres compañías que son las que están desarrollando los sistemas de aterrizaje y que aún se están seleccionando esos diseños y que esta misión “nos permitirá aprender no solo sobre el polo sur, sino sobre cómo vivir en el espacio para cuando intentemos llegar a otras partes, como Marte, que en lugar de tardar tres días como la Luna, llega a tomar hasta tres años”.
La clave de esta misión, sin embargo, es un puesto espacial que orbitará este satélite y que se llama Gateway. Esta estación será una presencia a largo plazo que “será la base de las operaciones humanas y robóticas en la superficie lunar, pues se tiene en mente hacer un laboratorio en esa órbita que, en el futuro, podría ser de las primeras paradas cuando se haga una misión a Marte”, dice Eyzaguirre, o apoyar proyectos a lugares aún más lejanos del sistema solar.
“La idea es establecer presencia sostenible en la luna para prepararnos para la misión a Marte”, puntualiza la gerente de Proyectos.
La mujer en el espacio
En 1885, el entonces director del Harvard Observatory, Edward Charles Pickering, comenzaba la contratación de mujeres para que trabajaran procesando datos de estrellas. Fueron llamadas las computadoras de Harvard o, más despectivamente, el harén de Pickering.
Fueron más de 80 que, hasta 40 años antes de obtener el derecho al voto y hasta 1927, estudiaron las fotografías en vidrio de las estrellas en una labor similar a la de oficinista, pero ganaban mucho menos.
Aunque sus aportes a la ciencia no fueron muy reconocidos, descubrieron galaxias y nebulosas, diseñaron sistemas de clasificación, crearon métodos para medir distancias en el espacio y fueron piezas claves en otros descubrimientos, como el del tamaño del universo.
“Realmente muchos de los descubrimientos científicos en la astronomía que hoy en día utilizamos provienen de esas mujeres que regalaron su trabajo para analizar placas fotográficas”, cuenta la astrofísica Andrea Guzmán Mesa. “Desde ese momento para acá sí ha habido cambios. Cada vez somos más conscientes de que no se trata de la discusión entre si las mujeres tienen las capacidades o no para hacer ciencia o matemáticas, sino que ha habido una limitación en el acceso de oportunidades, en el reconocimiento de esas contribuciones”.
Aunque la equidad aún está lejos, continúa Guzmán, hoy en día una niña tiene menos restricciones a la hora de elegir lo que quiere ser y los estereotipos sobre las carreras de hombres y mujeres han disminuido. “Lo que pasa es que uno no se convierte en lo que no ve. Por eso se debe resaltar el trabajo de mujeres que han llegado a áreas antes dominadas por hombres blancos y que sirven como modelos para las nuevas generaciones”.
Eyzaguirre resaltó a Charlie Blackwell-Thompson, la actual y primera directora de lanzamiento de la historia de la Nasa que “está abriendo la pista para muchas mujeres que quieran ser directoras” o que deseen alcanzar algún rol de liderazgo dentro de estos programas espaciales, pero mencionó que en todas las áreas hay ejemplos, por lo menos en esta agencia. “Kimberly, que tiene solo 22 años, ya está siendo entrenada para ser una de las que conduce el Crawler (transportador que lleva el cohete a la plataforma de lanzamiento)”.
El difícil recorrido
Aún así, las expertas consultadas reconocen que el camino ha tenido más obstáculos para muchas de ellas que para sus compañeros hombres, y no solo para astronautas, sino para todas aquellas interesadas en astrociencias.
Eyzaguirre estudió ingeniería mecánica en Venezuela y cuenta que “trabajar en construcción como mujer fue un poco intimidante, porque no solo era la única sino la más joven. Pero no dejé que eso me intimidara: me montaba en un elevador en la zona de construcción llena de hombres más grandes y hacía las caminadas sin sentirme inferior”.
Lauren Melissa Flor Torres, doctora en astrofísica que estudia las estrellas huéspedes y dedicada a la divulgación científica, agrega que cuando comenzó a estudiar física, un comentario frecuente fue “eso no es para mujeres. Se va a morir de hambre”, pero sabía que a un hombre no le dirían lo mismo. “Si me dejaba guiar por esos comentarios no sería lo que soy. Afortunadamente mis papás me han enseñado a estar decidida”.
Cuando llegó a la Universidad de Guanajuato para realizar su maestría encontró que no había ninguna mujer investigadora y que en todos los textos académicos había pocos o casi ningún referente femenino. Además, fue víctima de un episodio de acoso por parte de uno de los profesores que ya tenía antecedentes con otras estudiantes. Alzó la voz y con apoyo de sus compañeros fue capaz de enfrentar al agresor, a la institución y culminar con éxito sus estudios. “Hoy las mujeres ya no nos quedamos calladas y eso cambiará la historia”.
Flor Torres cree que no es que haya carreras para hombres y mujeres, sino que “a nosotras nos han limitado las carreras profesionales desde pequeñas y es ahí donde nacen los estigmas. Pero hoy hay más referentes femeninos en todas las áreas”.
La doctora García Peñaloza también lo vivió: “Cuando comencé a estudiar solo 20 % éramos mujeres. Ahora se nota un poco más la equidad en cuanto a números. Sin embargo, falta mucho trabajo para que la sociedad respalde las decisiones de la mujer. Noto aún muchas tendencias, como gaslighting (abuso y manipulación sutil que hace que el otro desconfíe de su criterio o percepción) o mansplaining (hombre que explica por o a una mujer algo de forma condescendiente), que perpetúan el machismo y ponen a la mujer en posición incómoda que las lleva incluso a abandonar la carrera”.
Considera que sigue existiendo en la mentalidad colectiva la idea de que las ciencias están alejadas de la gente y que son un campo sobre todo abierto para los hombres. “Es una farsa que no haya mujeres modelos a seguir. Sí los hay, muchas trabajando en ciencias del espacio, pero no las hemos identificado, no las reconocemos. Además, hoy en día sabemos que no hay diferencias a nivel cerebral que implican a una mujer estudiar ciencias, así que debemos reconocer esos sesgos que nos llevan a quitarle oportunidades a niñas y jóvenes de participar”.
Mariana Carolina Villamil Sastre, física y geocientífica, contó que en la universidad, aunque tuvo apoyo de compañeros y docentes, sus trabajos en varias ocasiones tuvieron que pasar por la revisión de otros colegas hombres, pero que desde que se acogió al grupo de Colombianas Haciendo Investigación en Astrociencia, colectivo de más de 80 mujeres que busca resaltar su trabajo en el interior y exterior del país, se siente acompañada y entiende que son muchas más alrededor del mundo las que han pasado por lo mismo y que están intentando una nueva realidad para las niñas y jóvenes.
Matemática y astrofísica bogotana que ha enfocado sus esfuerzos en estudiar exoplanetas y hacer las ciencias más incluyentes para las mujeres.
Es estudiante de PhD en Astronomía del Center for Space and Habitability de la Universidad de Berna, en Suiza y es cofundadora del colectivo Colombianas Haciendo Investigación en Astrociencias, Chia. Sueña con una red de científicas astronómicas latinoamericanas.
Lauren Flor Torres
Foto: Andrés Caro García
Doctora en astrofísica y profesora de cátedra de la Universidad del Valle, es apasionada por la astronomía observacional, con telescopio.
Se enfoca en las estrellas huésped, orbitadas por exoplanetas, pero también se dedica a la divulgación científica.
Por eso hace parte de tres colectivos: Chia, Astronomía Divertida y Astronomía y Física Macondo. Sueña con viajar por Colombia llevando la astronomía y “comunicando que las ciencias son para todos y todas”.
Ángela García Peñaloza
Física de la Universidad Nacional y doctora en Astronomía de la Universidad de Swinburne en Melbourne.
Estudia el proceso de formación de las primeras galaxias y el proceso de reionización (radiación producida en esa formación).
Se enfoca en la energía oscura en colaboración con el Observatorio Astronómico Nacional de la Universidad Nacional y con grupos internacionales. Quiere que la idea crezca para entender cómo evoluciona esa energía.
Mariana Villamil Sastre
Física y geocientífica de la Universidad de los Andes, está próxima a ingresar este año a la maestría en Astrofísica de la Universidad de Ginebra, en Suiza.
Estudia la Luna y Marte y sueña con ingresar a un grupo de investigación o a una agencia espacial y ser líder o parte de una misión relacionada con lunas heladas.
Cree que en Colombia hay potencial para estudios en geología, física y otras ciencias planetarias y espera que estas áreas sean más apoyadas.
380.000
kilómetros a bordo del Orión recorrerán los astronautas por órbita lunar: Nasa