Michael Pluess, uno de los investigadores que hizo parte del estudio, afirmó que “si bien es sabido que la guerra tiene un impacto negativo en la salud mental de los niños, el estudio ha encontrado evidencia de los mecanismos biológicos que subyacen este efecto”.
El estudio, realizado en colaboración con el University College de Londres, el Instituto de Desarrollo, Investigación, Defensa, y Atención Aplicada del Líbano y la Universidad St Georges de ese mismo país descubrió que los niños que habían estado expuestos a situaciones de guerra presentaban cambios en el ADN en varios sitios y regiones del genoma.
Algunos de estos cambios estaban relacionados con genes implicados en funciones críticas, como la manera en que se comunican las células nerviosas y la forma en que estas se desplazan. No se sabe que estos cambios específicos también puedan ocurrir en otras formas de trauma, como la pobreza o el acoso. Sin embargo, esta investigación sugiere que la guerra puede causar respuestas biológicas únicas en el cuerpo.
Otro de los hallazgos fue que la guerra está vinculada a un envejecimiento epigenético más lento, lo que podría significar que este tipo de conflictos están afectando el desarrollo de los niños. Además, se descubrió que las niñas que más habían estado expuestas a estos contextos mostraban cambios más significativos en el ADN que los niños, lo que sugiere que ellas pueden ser más vulnerables a los efectos a largo plazo del trauma.
Los científicos de esta investigación aseguraron que es importante continuar analizando estos cambios para comprender cómo las experiencias estresantes pueden dejar marcas biológicas duraderas en el cuerpo.
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