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Se la mecatió en cositas

Las listas de pagos de ‘cositas’ varias dejan un mal olor: como que algo se estuviera pudriendo por allá en la Alpujarra.

22 de agosto de 2023
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Una de las películas más entrañables en Colombia sin duda es La vendedora de rosas. Y a pesar de que la vimos hace 25 años todavía hay una frase que de vez en cuando retumba: la de ‘Andrea’, la amiguita de la vendedora, cuando le preguntan por una plata que le había dejado la mamá para comprar lo que necesitaban en la casa y ella responde: “me la mecatié en cositas”.

Ahora la historia se está repitiendo pero en la vida real: parece que alguien se está “mecatiando” la plata de los habitantes de Medellín en “cositas”.

Las listas de pagos de “cositas” varias que se conocieron en los últimos días dejan un mal sabor, pero sobre todo un muy mal olor: como que algo se estuviera pudriendo por allá en la Alpujarra.

Aunque desde la Alcaldía de Medellín están tratando de dar explicaciones alegando que estos son gastos de representación, hay muchos pagos que no parecen caber en esa denominación y hay indicios de que se podrían estar utilizando para pagar comidas o mercados personales, o al menos no relacionados con el ejercicio del Gobierno.

El dinero que los ciudadanos pagan al Estado –a veces con mucha dificultad porque les implica hacer sacrificios personales– no es para que el alcalde pague buñuelos o donas (hay pagos incluso de $5.000, ¿acaso no podía pagar esa tentación de su bolsillo?).

Ni mucho menos para que se los gasten en costosos restaurantes no solo de Medellín ($1.950.000 en Criminal Taquería Provenza o $4.785.000 en Bastardo en tres pagos entre el 5 y el 9 de mayo, entre otros) sino también de Bogotá ($1.720.000 en Osaka y $1.200.000 en Dondoh, entre otros).

A propósito, ¿a los servidores públicos de Medellín les dan viáticos cuándo van a Bogotá? Tenemos entendido que sí. ¿Podría el alcalde Daniel Quintero estar cobrando viáticos por un lado y cobrando las comidas de su viaje por el otro?

En la lista además hay pagos a restaurantes en Medellín en los que, por esas mismas fechas ha estado la esposa del alcalde cultivando su nueva carrera de influencer, según se puede ver en sus redes sociales. ¿Acaso fue la esposa la que hizo el consumo en el lugar que luego están cobrando por la caja menor de la Alcaldía?

También hay pagos de peajes. ¿Acaso no hay en la Alcaldía un rubro diferente de transporte para pagar gasolina y peajes del carro del alcalde y de sus escoltas?

La excusa que ha tratado de dar el secretario Privado se desmorona con una lectura detenida de las más de 1.200 facturas de la lista. ¿Qué lógica puede tener que una Alcaldía compre suministros en más de 30 supermercados distintos? ¿Por qué compra indistintamente en Carulla de Pinar del Río, en Carulla de Palmas, en Carulla Oviedo, en el Éxito del Este y hasta en el Granero 103?

Si fuera cierto que las facturas de supermercados son para compra de insumos para ofrecer almuerzos en la Alcaldía lo lógico es que se compraran en supermercados cercanos a la Alpujarra y no ir hasta Palmas o hasta El Poblado.

Son tantas las facturas de decenas de supermercados diferentes que pareciera que fueran varias personas las que salen a mercar a costa de esta cuenta.

En la Alcaldía de Medellín se les olvidó cómo debe funcionar lo público o tal vez puede ser que nunca lo han tenido claro. Este es apenas un episodio de los muchos que se han denunciado de abuso de lo público por parte de la alcaldía de Daniel Quintero.

Los recursos públicos son los que todos los ciudadanos aportamos, la mayoría de las veces vía impuestos, para que el Estado pueda ofrecer servicios fundamentales como salud, educación, seguridad, y construcción y mantenimiento de obra pública.

El alcalde es un servidor público. Un servidor público, como su nombre lo indica, es alguien que sirve a todos, a la colectividad. Y no lo contrario: no se trata de que todos (o por lo menos con la plata de todos) se paguen los asuntos personales o los gusticos del Alcalde o de su familia.

De ninguna manera estos recursos públicos se pueden convertir en plata de bolsillo del gobernante de turno. En Gran Bretaña pasó algo aparentemente similar hace cerca de 15 años y no solo obligó a renunciar a parlamentarios sino que tuvo implicaciones legales.

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