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En una escena que nos presentan a la mitad de “Monkey man”, el joven personaje principal que encarna Dev Patel intenta atrapar el sol con las manos, en una clara alusión al relato que su madre le leyó cuando chico sobre Hanuman, este simio sobrenatural que aparece en el Ramayana y en otras historias milenarias de la tradición india y que podría ser el equivalente a Ícaro por tratar de alcanzar lo que sólo estaba permitido para dioses más poderosos.
También podría ser una metáfora de la propia carrera de Patel, quien desde que comenzó en la televisión inglesa y despuntó globalmente gracias a su rol en la oscarizada “Slumdog millionaire” parece estar siempre un escalón por debajo del auténtico estrellato, que merecería por su indudable talento actoral pero que es más difícil de obtener si los actores y las actrices no se ajustan a ciertos cánones físicos. No es casualidad que la mayoría de historias de las que ha hecho parte a lo largo de su carrera, tengan que ver con su origen familiar indio.
Un poco como hizo Bruce Lee en los setenta cuando se animó a dirigir, Patel intenta (y consigue) dar un golpe de autoridad en su carrera dirigiéndose a sí mismo y presentándose como un héroe de acción tan posible como cualquiera, pero a su modo. Para hacerlo escribe una historia que nos presenta una ciudad de la India ficticia en la que este joven sin nombre buscará vengarse de un jefe de policía corrupto que es el causante de la muerte de su madre y es cómplice en otras desgracias de su pasado, que irán revelándose poco a poco.
Tal vez lo que más asombra de la ópera prima de Patel sea la fluidez que consigue en su propuesta como director. Hay una secuencia al principio, que narra el robo de una billetera y su paso por todas las parcelas del submundo delictivo que envidiaría Danny Boyle por la agilidad sin pausa y por la recursividad con la que se construye. El obligado uso (por el presupuesto) de ciertas cámaras de celular y de cubrimientos deportivos pasa prácticamente inadvertido en unas secuencias de peleas potentes y coreografiadas a altísimo ritmo, afeadas a veces por su excesiva duración, muy propia por otra parte del cine indio que también se nota como influencia.
Con su crítica a la corrupción de todos los estamentos sociales, a la religión como origen de abusos fanáticos y presentando a una comunidad de “desechados” por ser mujeres u hombres trans, a quienes también se ocupa de reivindicar a punta de golpes, el guion abarca demasiadas aristas en perjuicio de personajes secundarios que abandona a su suerte, como Alphonso, el que le ayuda a escapar al final del primer acto, o Sita, la escort por la que se siente atraído.
Puede que el viejo subgénero del vengador casual que se pone de parte de los oprimidos sea hoy más necesario que nunca, sobre todo si se hace con la potencia electrizante que Patel consigue y que hará que los amantes de la acción lo vean con nuevos ojos. No es el próximo John Wick pero, como se ve, no necesita serlo para alcanzar su revancha.
Calificación: Tres estrellas y media