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Por Samuel Castro
Los buenos documentalistas son aquellos que tienen la capacidad de ver en un pequeño detalle la explicación de un mundo. O los que encuentran en una anécdota escrita en los márgenes de la Historia, la oportunidad de hablar de temas más trascendentales. Roger Ross Williams convierte a “Cassandro”, su primer largometraje de ficción, en una muestra de su oficio como documentalista, premiado en 2010 con una estatuilla al mejor corto documental y en 2017 con una nominación por “Life, animated”, una sensible y enternecedora película que, igual que “Cassandro”, se puede ver en Prime Video.
Esos detalles que dicen más de lo que aparentan, están regados por todo el metraje de “Cassandro”. Desde su primera entrada al cuadrilátero, más una caída que otra cosa, cuando todavía se hacía llamar “El topo”, pasando por la manera en que juega en la cama mientras la comparte con otro luchador que, a diferencia de él, nunca ha salido del clóset, o cuando se le ocurre el nombre que llevará en su nueva carrera como “exótico” (un tipo de luchador que se viste como drag) mientras ve la telenovela “Kassandra”. Detalles en los que se percibe la voluntad de Ross Williams, que también coescribe el guion de la película, por lograr que veamos a Saúl Armendáriz, su personaje principal y real que ganó reconocimiento público entre los ochenta y los noventa, más allá del llamativo personaje que creó para subirse al ring.
Ross Williams es especialmente efectivo en la distancia corta, en la toma íntima, en el plano cercano. No hay mayor muestra del amor que “Cassandro” siente por su madre (gran actuación de Perla de la Rosa) que el cuidado con el que le pinta las uñas en cierto momento de tristeza. Ni tiene desperdicio el rostro de Gael García cuando un fanático adolescente le confiesa que pudo hablar con franqueza sobre su sexualidad gracias a él. No logra tan buenos resultados en el plano general (a sus secuencias de combate les falta destreza) ni en la trama vista desde la distancia, que a veces se pierde por caminos que no van a ninguna parte.
Pero el conjunto de la película sí posee una consistencia que la eleva del promedio. La impecable actuación de Gael García se aleja de los estereotipos fáciles y logra conmovernos y darle importancia a elementos como la amistad de Cassandro con su entrenadora, o su permanente debilidad frente al padre ausente. El tema musical principal que compone Marcelo Zarvos va acorde con el tono de épica melancólica de la historia y se ajusta perfecto con los muy bien escogidos temas musicales de la banda sonora, como la versión de “I will survive” que canta Celia Cruz. La fotografía de Matías Penachino, sobre todo en las secuencias nocturnas, es notable a la hora de transmitir el ambiente del espectáculo que rodeaba los combates.
Puede que para muchos latinoamericanos “Cassandro” no sea una figura tan conocida, pero su película consigue lo que define a una buena biopic: que entendamos la trascendencia de una vida. El buen hacer de Roger Ross Williams lo hace posible.