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La mirada del otro “Misántropo”, de Damián Szifron

07 de agosto de 2023
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Samuel Castro

Los misántropos somos cada vez más. Cómo no vamos a serlo, cómo no vamos a tener esa aversión al trato con los demás, que es como se define la misantropía, si esos “demás” cada vez son más ruidosos, con sus fiestas atronadoras que no respetan el derecho a dormir de sus vecinos; o más cochinos, con las basuras que terminan en cualquier lugar, porque ya no les importa cómo se vea la ciudad en la que viven; o simplemente son más. Miles y miles de personas que congestionan las vías y el transporte público y los pasillos de los centros comerciales, adonde van con sus perros y sus niños y sus indignaciones, porque el mundo no está hecho a su imagen y semejanza. Lo difícil es no ser misántropo.

Bajo esta premisa, que debemos detectar los espectadores, pero que no se pone en boca de nadie, porque Misántropo no es Seven ni pretende serlo, conoceremos a la policía Eleanor, que tiene razones para ejercer la misantropía, pero que ha terminado patrullando las calles por su afán de organizar un poco el caos del mundo. Le bastará una frase y un par de acciones para llamar la atención del agente del FBI Lammark, a cargo de la investigación por la matanza que acaba de ocurrir durante el recibimiento del nuevo año en Baltimore. Lammark, un personaje que también tiene sus razones para desconfiar de los demás, detecta en esta chica el potencial de un buen agente y la película desarrolla este vínculo de discípulo y maestro, verosímil gracias a la química de Ben Mendelsohn con Shailene Woodley, que a su vez hace creíble la combinación de fortaleza y fragilidad de la joven policía. El eje que conforman ellos dos sostiene emocionalmente la película.

Sin embargo, lo más interesante de Misántropo es que el ángulo que nos presentan no es el del asesino o de uno de los agentes del orden (como ocurría alternadamente en la citada Seven) sino el de alguien que observa desde afuera a esta sociedad norteamericana, modelo del que casi calcamos la nuestra. Damián Szifron, el mismo de Relatos salvajes, quien dirige y coescribe, le imprime una mirada mordaz a cada elemento del crimen: su asesino terminó de deshumanizarse en un matadero, donde los planos son tan fríos como crueles para retratar esa masacre carnívora; en algún momento deberán buscar pruebas entre montañas y montañas de basuras, mientras distinguimos muchas marcas que todos hemos consumido; algo se desencadenará en un centro comercial, cuando le reclamen a un vagabundo que recoge la comida que otros desperdician.

No es casualidad que la película sólo haya conseguido distribución en Estados Unidos hasta último momento. A los monstruos no les gustan los espejos.

Y este asesino, producto del bullying y de la cultura de las armas y de unos padres descuidados (más leña para la hoguera), no es un genio del mal ni un villano de cómic. Es alguien como usted o como yo. Y eso es lo más miedoso y atractivo de Misántropo: que sea un thriller donde no empatizamos con las víctimas, sino con su asesino.

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