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Volver a empezar

Los seres humanos tenemos la necesidad de cerrar ciclos, de inventar finales que dejen la puerta abierta a nuevos comienzos para sentir que tenemos el control y embolatar la certeza de que no podemos controlar nada.

31 de diciembre de 2023
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  • Volver a empezar

Por Sara Jaramillo Kinklert- @sarimillo

Me meto a nadar al mar y braceo con fuerza para sumar metros recorridos como si a partir de mañana tuviera que volver a empezar la suma de cero. De cierta manera es así, hoy es el último día del año. El primero de enero nos levantaremos todos con proyectos renovados. Una falsa ilusión de oportunidad para nuestra mente acostumbrada a sobrellevar la vida partiéndola en trozos, aparentemente, más fáciles de digerir. Terminas un ciclo y saltas a otro: del kinder a la primaria; de enero a febrero; de un cumpleaños al otro; de una novela a la siguiente. Dividimos los libros en capítulos, los videojuegos en mundos, los días en horas. Es bastante curioso: El tiempo no es nada y sin embargo lo es todo. Hasta para un preso tener una fecha de liberación hace más llevadera su estadía en la cárcel y una semilla puede esperar siglos a que lleguen las condiciones adecuadas para germinar. Una a una vamos conquistando las batallas, nos rendiríamos antes de lucharlas si no vislumbráramos un final, si nos mostraran de golpe todas las vicisitudes que tendremos que enfrentar. Lloraríamos de la pura desesperanza. Los seres humanos tenemos la necesidad de cerrar ciclos, de inventar finales que dejen la puerta abierta a nuevos comienzos para sentir que tenemos el control y embolatar la certeza de que no podemos controlar nada.

Un vez leí acerca de un experimento que consistía en meter ratones dentro un cilindro de vidrio lleno de agua para medir cuánto tiempo pataleaban antes de ahogarse. En promedio duraban quince minutos al cabo de los cuales, terminaban rindiéndose y se ahogaban. Entonces justo antes de los quince minutos, los investigadores comenzaron a sacarlos del agua y darles un pequeño descanso antes de volver a meterlos. De esa forma aguantaron entre sesenta y ochenta horas. La conclusión del experimento era obvia: lo que salvaba a los ratones era la esperanza. Exigían a su cuerpo mucho más de lo normal sólo porque creían que serían salvados.

En el libro El hombre en busca de sentido, el psiquiatra Víctor Frankl cuenta que lo que lo salvó del campo de concentración fue preguntarse una y otra vez: ¿Qué haré cuando salga de aquí? El hecho de sobrevivir día tras día a una situación absolutamente desesperanzadora lo hizo pensar que tal vez su vida tuviera un propósito más grande que el de inhalar y exhalar aire. He aquí una gran verdad: Vivir no es respirar. Tampoco patalear sin sentido como un ratón dentro de un cilindro lleno de agua. Tiene que haber algo más.

Por eso necesitamos una fecha de cierre del año para planear qué vamos a hacer con los 365 días que vemos en el horizonte, para decirnos que esta vez sí lograremos nuestros propósitos, para pensar en cuál es el sentido de nuestra existencia, puede incluso que para seguir iguales pero con la sensación de que un nuevo año quizá nos irradie, como por arte de magia, algún cambio benéfico. Tal vez no somos muy diferentes de los ratones ni de las semillas ni de los presos. Yo también nado con la idea de conquistar el mar pero necesito saber que existe una orilla en la cual descansar antes de seguir nadando. Me parece que todos, en el fondo, lo que necesitamos es esperanza. Lo cierto es que cada quien tiene que encontrar los mecanismos para mantenerla viva porque esto sí lo sé: una vez perdida, no queda nada más que perder.

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