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Los actuales resultados en materia económica tienen que llevarnos a reflexionar sobre la necesidad de rectificar y discutir el curso de las políticas actuales y el lenguaje divisorio con el que se las impulsa.
Por María Bibiana Botero C.* - www.proantioquia.org.co
El hecho es contundente: si la economía detiene su crecimiento todos sentimos el coletazo. En el día a día, en la sala de la casa, en el bus, en la cotidianidad. Las cifras del Dane son reveladoras y además nos tocan a todos. A veces creemos que les pertenecen a los eruditos, economistas o académicos quienes están listos para hacer análisis y leer números. Resulta que ese informe estadístico marca la vida de cada uno de los colombianos. Es una foto de nuestra realidad.
El Dane, en su reciente reporte, aseguró que el crecimiento de la economía en el último año fue de 0,3%. Cinco de las doce principales actividades económicas mostraron tasas de crecimiento negativas: manufactura, construcción, comercio y transporte, alojamiento y restaurantes. En palabras terrenales esa cifra significa que estamos perdiendo la capacidad de producir más, generar más empleo y, por esa vía, combatir la pobreza y la desigualdad.
Así es la radiografía de Antioquia: de cada cien pesos que se producen en nuestro departamento, 18 son generados por la industria, 5 por la construcción, y 19 por el comercio, transporte y alimentación. En empleo cada dos trabajadores del departamento se ocupa en alguna de estas actividades que entre ellas suman 1,6 millones de puestos de trabajo.
Este panorama tiene repercusiones profundas en la realidad del departamento. Si la disposición y confianza a la inversión siguen a la baja, el crecimiento y el empleo para los próximos meses son muy inciertos. Menos construcciones en actividad y menos maquinaria adquirida son unas señales potentes de un ciclo productivo más débil y con menos probabilidades de generar nuevos puestos de trabajo.
En lugar de persistir en un debate estéril sobre si es más importante el Estado o el sector privado, el Gobierno debería reconocer que ambos son fundamentales para el progreso de cualquier sociedad moderna y que es imposible que uno de ellos reemplace al otro. Este país sale adelante con todos empujando para el mismo lado.
El compromiso es también, además de ofertar servicios sociales de forma sostenible en todos los territorios, contribuir a una estabilidad macroeconómica que honre las deudas y ofrezca un marco institucional estable y favorable para la inversión y el desarrollo empresarial. Certezas, más certezas.
Estamos lejos de la Colombia que anhelamos y necesitamos. Los actuales resultados en materia económica tienen que llevarnos a reflexionar sobre la necesidad de rectificar y discutir el curso de las políticas actuales y el lenguaje divisorio con el que se las impulsa.
Despreciar o ignorar lo que dicen las cifras y además lo que sienten en cada hogar colombiano al hacer cuentas para comprar el mercado, pagar los servicios, tanquear los vehículos y sobrevivir, solo para conservar una postura ideológica, deja un reguero de perdedores. La evidencia se defiende sola.
La economía debe conservar los buenos números y el crecimiento debe reflejarse en la vida de cada ciudadano.
* Presidenta ejecutiva de Proantioquia.
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