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Nuestro caos electoral y partidista

Un buen sistema electoral debe ser sencillo y ofrecer opciones claras al ciudadano; desincentivar el fraude, la corrupción y el clientelismo y garantizar la gobernabilidad con mayorías robustas y consistentes.

31 de julio de 2023
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Por Luis Guillermo Vélez Álvarez - opinion@elcolombiano.com.co

El 29 de octubre estaremos nuevamente en elecciones. El 19 de junio del año pasado votamos la segunda presidencial y el 19 de mayo la primera. El 13 de marzo fueron las legislativas y tres consultas interpartidistas para seleccionar candidatos presidenciales. En 2024 descansaremos de votaciones, pero en el segundo semestre de 2025 empezarán las campañas para las de 2026. Necesitamos cinco votaciones y más de dos años de agitación política permanente para elegir nuestros gobernantes. Parece demasiado para tan pobres resultados.

No son así las cosas en todos los países del mundo ni fueron siempre así en Colombia. En las democracias parlamentarias europeas las elecciones generales de los cuerpos legislativos de donde sale el ejecutivo se realizan cada cuatro o cinco años. Antes de la Constitución del 91, en Colombia, cada cuatro años, el mismo día, elegíamos presidente, senado, cámara, asambleas y concejos. Entre dos grandes elecciones se realizaba una más pequeña de asambleas y concejos, que se renovaban cada dos años.

En las legislativas de 2002 participaron 60 partidos que presentaron 312 listas para el senado, 96 de las cuales obtuvieron curul: 11 por cociente y 89 por residuo. La reforma política de 2003 suprimió el aval de múltiples listas por partido, introdujo el umbral mínimo para participar en la distribución de curules y adoptó el sistema de la cifra repartidora para su asignación. El efecto fue contundente: en las elecciones de Senado de 2006 se presentaron 20 partidos que inscribieron otras tantas listas; en 2010 fueron 14; 12 en 2014 y 16, tanto en 2018 como en 2022. Aún demasiados, pero era buena la tendencia.

El Consejo Nacional Electoral lo arruinó todo con la feria de la personería jurídica que inició cuando la reestableció a la Unión Patriótica, con el argumento de que ese grupo había suspendido actividades en razón de la violencia y el asesinato de sus militantes. De ese argumento y otros semejantes se pegaron partidos como Nuevo Liberalismo, Independientes, Esperanza Paz y Libertad, Salvación Nacional, Nueva Fuerza Democrática, etc. El hecho es que hoy tenemos 35 partidos que pueden participar en las elecciones locales de octubre y, por supuesto, en las nacionales de 2026.

Como si 35 no fuera una oferta política suficiente, el sistema de listas abiertas o voto preferente permite multiplicarla ad libitum. En Medellín, donde se eligen 21 concejales, se puede llegar a 735 participantes del lado de la oferta en el mercado político. Bogotá, con sus 45 concejales, puede alcanzar la increíble cifra de 1575 oferentes.

Un buen sistema electoral debe ser: 1) sencillo y ofrecer opciones claras al ciudadano; 2) desincentivar el fraude, la corrupción y el clientelismo y 3) garantizar la gobernabilidad con mayorías robustas y consistentes. Evidentemente, lo que tenemos no cumple ni remotamente con ninguna de esas tres exigencias; todo lo contrario. Tampoco ayuda la multiplicación de votaciones.

“La salud de las democracias – escribió Ortega y Gasset – depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Todo lo demás es secundario”.

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