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Para entrar en el mundo del absurdo no hace falta más que estar despierto, levantarse de la cama y creer que el día va a transcurrir con toda normalidad. En un abrir y cerrar de ojos pueden empezar a pasar cosas tan raras como que un viaje de trabajo se convierta en una pesadilla agotadora o una consulta al ChatGPT en una revelación escalofriante.
No queda más que imaginar cómo comenzó el día del científico francés que llegó en un vuelo comercial a Houston el pasado 9 de marzo para participar en una conferencia. Qué investigaciones vendría a exponer o qué trabajos de sus colegas estaba interesado en escuchar para avanzar en el desarrollo de nuevos proyectos.
Lo que prometía ser un intercambio de conocimientos se convirtió al llegar al aeropuerto estadounidense en un registro intensivo de sus pertenencias, incluyendo computador y celular. En este último encontraron mensajes privados en los que criticaba la manera como la administración republicana trata a los científicos, especialmente con respecto a los recortes en la financiación de la investigación y las restricciones en determinados ámbitos de estudio. Y con eso tuvo para que consideraran que sus opiniones incitaban al terrorismo y lo deportaran de inmediato.
Y otro que no se imaginó lo que le deparaba el día fue Arve Hjalmar Holmen, un ciudadano noruego al que se le ocurrió preguntarle al chatGPT por información sobre sí mismo y recibió como respuesta que había asesinado a sus hijos. Holmen quedó estupefacto al leer que los cuerpos de sus dos hijos, de siete y diez años, habían sido encontrados en un lago cerca a su casa en diciembre de 2020. La información continuaba asegurando que el caso había impactado al país y que Holmen había sido condenado a 21 años de cárcel.
Todo por supuesto era falso, pero lo más espeluznante es que el chatGPT daba algunos datos ciertos como el nombre de la ciudad donde vivía, el número de hijos y la diferencia de edad que había entre ellos. Imaginar que tales falsedades estén al alcance de cualquiera da vértigo, no solo por lo escabroso del asunto, sino por la facilidad con la que se puede destruir la historia de vida de alguien en cuestión de segundos.
El absurdo de estas dos historias es sobrecogedor. En el primer caso, el científico regresó a Francia y se convirtió en tema de discusión nacional, al punto que el Ministro de educación dijo en su defensa que “La libertad de opinión, la libre investigación y la libertad académica son valores que seguiremos defendiendo con orgullo.” Y en el caso de Holmes, este interpuso una queja ante las autoridades noruegas de protección de datos para que la difamación de la que fue objeto no se llegue a repetir con ninguna otra persona. Parece que OpenAI, la compañía responsable del chat, ha hecho caso lanzando un nuevo modelo que elimina inexactitudes y respondiendo con el pago de una multa por los daños causados.
Esperemos a ver qué nueva sorpresa escalofriante nos trae el despertar mañana.
