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Cartas y letras para encontrar respuestas en la quietud y el misterio de estos seres vegetales, y en la ciencia, que tantas veces parece mágica.
Por Adriana Correa Velásquez - adrianacorreav@atajosmentales.com
Tiré la baraja. Invoqué el recuerdo de Clarice Lispector, la escritora estelar, que tenía su propia consejera esotérica y hasta había participado en un congreso mundial de brujería. ¿Por qué no habría de seguir su ejemplo?
Me salió el cativo. El árbol. Esta era una baraja especial. Sus tintas eran del color del oro y sus ilustraciones, árboles. Árboles nuestros. Nativos. “El cativo gusta de la vida en comunidad, en llanuras aluviales que se inundan con frecuencia. Allí, cerquita de los ríos, encuentra lugares refrescantes para establecerse junto a otros árboles como él, pues ama estar en grupo... ¡Cuanto más llueve, más florece!”, anotaba el libro que acompaña la baraja de 64 árboles. Prioria copaifera, era el nombre de pila de este árbol. Seguí leyendo: “Los cativos han desarrollado estrategias para transportar agua en abundancia a través de su tronco y así sobrevivir a las inundaciones de los lugares que habitan. De esta manera nos hablan de la capacidad de fluir aunque las condiciones del terreno no sean óptimas...”. Fluir. Fue la palabra que eligieron las creadoras de esta baraja para acompañar al cativo en su presentación.
Mientras más lluvia, más flores. Le gusta la vida en comunidad. Sobrevive a inundaciones. Me repetí a manera de resumen. Sentí que esa carta era yo. Que el cativo se parecía a mí ahora.
De los tres trillones de árboles en el mundo, tres mujeres paisas, durante cuatro años, se dedicaron a escoger cuidadosamente 64 especies. Los capturaron en cartas y en un libro como seres que nos hablan. Mezclaron la narrativa y el rigor de la ciencia en un juego que bautizaron “El oráculo de los árboles”. Andrea Trujillo, Girleza Gil y Zorayda Restrepo, una comunicadora y dos ingenieras forestales. Se juntaron para escoger las historias de los bosques de niebla, de los bosques húmedos bajos del Amazonas y de la selva chocoana, las del páramo y del bosque seco. Recogieron la sabiduría de árboles sabios para que los invocáramos a través de la azarosa tirada de cartas.
“Una manera de aprender de los árboles desde lo científico, pero también una forma de leer en lo externo (el árbol), una señal de lo interno en nosotros”, dice una de las imágenes en redes sociales con las que promueven el oráculo (@oraculo_de_los_arboles).
Estas mujeres han combinado el juego, la terapia y la ciencia para conectar la naturaleza y la reflexión, recordándonos que somos parte de un entramado más grande y antiguo. Cartas y letras para encontrar respuestas en la quietud y el misterio de estos seres vegetales, y en la ciencia, que tantas veces parece mágica. La presentación más poderosa de este proyecto vino de la respuesta de Ángel, el hijo de Andrea, una de las mentes detrás del oráculo. Cuando le preguntaron qué había experimentado la noche después de que su madre le leyera las cartas y el libro, respondió: “Me mejoré”.