x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

Por Federico Arango Toro - @Fedearto

La verdad, el poder y la indignidad de un gobierno

Tal patrón, que como ya se dijo comporta grave falsedad, nos conduce a la circunstancia de tener un presidente que ha traicionado la majestad y dignidad del cargo y de nuestro Estado.

hace 2 horas
bookmark
  • La verdad, el poder y la indignidad de un gobierno

Por Federico Arango Toro - @Fedearto

El muy buen editorial de El Colombiano del pasado domingo 27 de abril, titulado “Un presidente de mentiras”, puede ser interpretado en dos niveles diferentes, no contradictorios. El primero sería bajo una perspectiva más inmediata, considerándolo como un artículo de política coyuntural, y el otro, de mayor calado, significado e implicación social y democrática, refiriéndose a él como de consideraciones esenciales de la ética pública del gobernante de turno.

El primer nivel, el de coyuntura, puede fácilmente prestarse a lecturas como de “oposición” o “alineamiento político”. Eso es habitual en el debate público y propio de editoriales que adoptan tonos francos y críticos en momentos de dificultades y confrontación. Sin embargo, el verdadero fondo o lo más trascendente del editorial comentado, no está en el nivel político, sino en el plano de la moral y ético; no se trata de si el editorial favorece o ataca a un gobierno de izquierda, centro o derecha, sino de la incompatibilidad absoluta entre la mentira y el ejercicio legítimo del poder democrático.

Una sola mentira deliberada, pública, por parte de un jefe de Estado, degrada la majestad de su cargo. El poder legítimo en una democracia no descansa en el solo resultado de la elección, sino en el ejercicio honesto, veraz y transparente que se haga ante el mandato democrático. La confianza pública es el fundamento de cualquier república funcional; un presidente que miente mina esa confianza, no solo hacia su propia persona y la de sus colaboradores, sino hacia las instituciones del Estado que él representa. Y cuando esto ocurre, de forma repetida como en los casos que relaciona el editorial y muchos otros en los ya casi tres años de mandato, el daño no es simplemente político sino moral y estructural.

Algo más esencial aún. Ninguna excusa política justifica la mentira del gobernante, no importando si se falta a la verdad en procura de protegerse de un escándalo, tapar errores, corrupción, incompetencia de funcionarios o para construir una narrativa heroica o distraer la atención, etc. En todos los casos, el hecho de faltar a la verdad desde el poder es un acto de corrupción moral. Una democracia madura debe exigir a sus gobernantes no solo liderazgo, eficiencia y resultados, sino también absoluta honestidad, porque el bien común se funda en la confianza y ésta se destruye con cada falsedad.

Adicionalmente, y en un contexto de mayor alcance, cuando quién repetidamente miente es un gobernante que ya recibe el sol a sus espaldas, lo deducible indefectiblemente es que se trata un patrón de conducta, por lo demás no nuevo en él. Tal patrón, que como ya se dijo comporta grave falsedad, nos conduce a la circunstancia de tener un presidente que ha traicionado la majestad y dignidad del cargo y de nuestro Estado. Con ello, de paso, también ha pisoteado el Honor y Orgullo de los colombianos, en inmensa mayoría personas de bien, plenos de valores éticos y morales.

¡Respete Presidente!

Sigue leyendo

Por Federico Arango Toro - @Fedearto

Te puede Interesar

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD